Al concluir septiembre, mes de la Patria, en cuyo último domingo la Iglesia hace oración especial por Chile, su gente y sus instituciones, es conveniente relevar la importancia de la política al servicio al país: al bien común, a la ciudadanía, al desarrollo integral, a la convivencia, a la proyección interna e internacional.
Uno de los objetivos esenciales de la política es la búsqueda del bien común, por lo cual el político y los aspirantes al servicio en la política es necesario que den a conocer a los ciudadanos los grandes ideales y valores que los inspiran, los mueven y los llevan a hacer propuestas cuando deciden entregarse a esta noble tarea social. Como el servicio de la política debe situar y encarnar esos grandes ideales y valores, el político precisa un buen conocimiento de la gente y de sus contextos, así como precisa también del diálogo suficiente que garantice niveles de participación a fin de que las propuestas ofrecidas respondan efectivamente a las necesidades reales de la gente y sus contextos.
Es muy importante en las actuales circunstancias que vive nuestro país la transparencia acerca de aquello que mueve en el compromiso político, revalorar la búsqueda del bien común, bajar a los contextos reales, valorar y promover el diálogo, la participación. Evidenciar mucho más que la política no es sólo lucha por el poder o por conseguir una actividad lucrativa o que obedece a orientaciones de elites que están lejos, en el centro del poder. Hacer honor al servicio de la política que busca el bien de todos, evitar que aumente la desafección de la ciudadanía de la política, lo que en definitiva socava la democracia.
El noble servicio de la política alcanza su cometido cuando tiene altura de miras, cuando no sólo se conforma con tener manos y pies, también necesita tener cabeza y corazón. Cuando la actividad política en su conjunto, sus actores, los partidos y los políticos, se vacía de ideales y verdaderos valores de servicio a las personas y a la comunidad, sobrevienen los vicios y las malas prácticas, entonces se menoscaba y pierde su virtud. Y los ciudadanos tienen la sensibilidad para darse cuenta y se produce la desafección y con la actividad política, sobre todo la institucionalizada, y eso pasa la cuenta a la democracia. Buscar el bien para las personas y para los diversos colectivos de la sociedad está en el corazón del quehacer político; y todo lo que es bueno, justo y noble es de Dios.