Icalma
Pasar las vacaciones en Icalma se ha vuelto una linda costumbre. Allí, en ese territorio bendecido por la naturaleza, un rincón de Wallmapu con numerosos lagos en sus cercanías (Icalma y Galletué en el lado chileno; Aluminé y Moquehue en el lado argentino), volcanes, montañas y campos de araucarias milenarias, nos refugiamos la segunda mitad de febrero.
Sin embargo, la historia de Icalma y la gente que la habita contrasta con la sublime belleza que allí todo lo rodea. La suya es una historia trágica de refugio de la guerra con los winkas y de matanzas olvidadas por la historia. Ceferino Cayuqueo, destacado lonko, relata que tras una antigua batalla, la sangre de los mapuche-pewenche bañó la nieve a orillas del lago, congelándose más tarde por las bajas temperaturas propias del invierno. El lugar fue entonces bautizado Rikal Mollfün, "sangre congelada", nombre que más tarde sería acortado a Rikalma y que, a oídos de los españoles primero y de los chilenos después, se convirtió en Ikalma o Icalma.
¿Cuántos turistas que recorren sus parajes conocen esta historia? Mi sospecha es que no muchos. Ubicado a menos de dos horas de Temuco en una ruta mayormente asfaltada, el potencial turístico de la zona es un secreto a voces. Sus habitantes, miembros de las nueve comunidades del territorio, bien lo saben. Carlos Catrileo es uno de los pioneros en el rubro. "Icalma Amuley" es el nombre de su emprendimiento y ofrece desde asados de jabalí, chivo y cordero en la ruca familiar, a cabalgatas y senderismo por las montañas de su propio campo de piñoneo. En verano y también en invierno. El peñi Carlos es uno de los mejores guías de montaña de Icalma, un verdadero "sherpa" en esas tierras altas. Lo suyo no es solo hacer trekking con los turistas, es además transmitir la cosmovisión, la historia y el saber de los pewenche. "No es llegar y subir un cerro, no es llegar y cruzar un campo de piñoneo, hay que hacer rogativa, pedir permiso, ser respetuoso con la mapu", nos dice.
Vaya si tiene razón. Un turismo mal enfocado y desinformado es una amenaza que ven muy real. Ya hay, por ejemplo, portales web que traducen, erróneamente, Icalma como "espejo de agua". Es una versión light, sospechosamente hippie y alejada por completo de su verdadero origen. Icalma, por cierto, es también el nombre del paso fronterizo que conecta con la localidad trasandina de Villa Pehuenia, ubicada a sólo 11 kilómetros de distancia, a la vuelta de unos cerros. Antes de la invasión chileno-argentina de Wallmapu, nos cuentan, ambos lados estaban unidos por lazos familiares. Sin ir más lejos, Villa Pehuenia, a orillas del lago Aluminé, se pobló en los años noventa en tierras de la comunidad mapuche Puel, familiares trasandinos de varios en Icalma. "La frontera, que obviamente respetamos, es algo artificial, algo impuesto, aquí y allá somos un mismo pueblo", nos dice Catrileo.
Es lo que también nos dijo en Huillinco, extremo sur de Icalma, la lamngen Juana Cayuqueo cuando la visitamos en su bella y acogedora casa. Ella dice que soy muy parecido a uno de sus hijos, yo le digo que es idéntica a mi madre. Somos de un mismo linaje, tal vez ello explique las coincidencias y un afecto mutuo que no necesitó de muchas excusas. En su tierra no sólo nos recibió con mate y asado de cordero, además nos permitió piñonear en su patio y recoger tal vez los primeros pewén de la temporada. Somos familia, me dijo al despedirnos. Por supuesto que lo somos, todos los mapuche lo somos.