"Queremos mantener la mística liceana, no ha sido fácil, pero sigue estando ahí"
Esta maestra de Historia y Geografía es la responsable de escribir la reseña más completa del liceo más antiguo de la Región. A 14 años de esa publicación, con 37 años de trayectoria docente y un reciente reconocimiento del establecimiento en el aniversario 137 de este, cuenta cómo ha sido ser alumna, profesora y reseñadora de su "casa de estudios".
La profesora de Historia y Geografía, Marianela Rubio, tiene una inusual relación con el Liceo Pablo Neruda de Temuco. Sus padres fueron inspector y profesora del establecimiento. Ella fue alumna, se fue a estudiar pedagogía y luego regresó al aula para ser maestra, trabajo que en desempeña hace 37 años, una trayectoria que hace pocos días se vio coronada con un reconocimiento institucional, en el que también se subraya su aporte como autora de la reseña histórica liceana.
De esta "historia", la suya y la del liceo conversa esta profe que lleva a marcado a fuego el "espíritu nerudiano".
- Marianela, su relación con el Liceo Pablo Neruda de Temuco es fuera de lo común. ¿Qué recuerdos tiene de su paso como alumna de esta institución que ya tiene 137 años?
- Fui alumna entre 1979 y 1982 cuando aún estaban en pie los antiguos edificios construidos entre 1933 y 1936, cinco pabellones gemelos que después se dañaron en incendios. Estudiar en este liceo fue una experiencia maravillosa porque la verdad es que entonces no importaba cómo fuera la infraestructura o el hecho que hacía falta de calefacción. El gran interés común de los que veníamos era llegar a la universidad. Y en mi tiempo de liceana había una población estudiantil súper diversa, gente muy humilde, de clase media y también de clase alta. Todos venían por el prestigio que tenía el liceo y por la movilidad social que representaba. Recuerdo que los profesores eran muy respetados, era gente con larga carrera profesional.
- ¿Cómo fue volver al liceo y asumir la docencia en su propia casa liceana?
- El liceo fue de lo que siempre escuché hablar en mi casa. Mis padres trabajaron aquí. Mi mamá hacía clases de ciencia y mi papá era inspector y hacía clases de arte. Así que mi relación es profunda. Por ello, volver al liceo como profesora fue una experiencia muy linda. Todavía había muchos profesores que me habían hecho clases y que me acogieron maravillosamente. Entre ellos, Félix Guzmán, mi profesor de Historia y mi ejemplo docente. Mi llegada fue muy positiva, aunque, obviamente, los estudiantes habían cambiado. Era el año 1988. A pesar de eso sentí una conexión con el alumnado. Yo siempre parto contando a los nuevos que fui alumna del liceo. Eso me ha permite una identificación más grande. Y hoy siento que estoy devolviendo un poco la mano...
- Dentro de sus 37 años de trayectoria usted publica la "Reseña histórica del primer liceo de La Frontera (1888 - 2011)". ¿Cómo surge esta publicación?
- Estábamos en un consejo de profesores el año 2007 y el director que había entonces, Mario Blaauboer (Ciudadano Destacado), dice: tengo la inquietud y la necesidad de que este liceo, que es tan antiguo, tenga un libro, ese libro debiera escribirlo un exalumno y yo pienso que podría ser la profesora Marianela. Entonces, yo quedé sorprendida. Era un gran reto, pero lo encontré genial. Lo hicimos casi sin recursos, pero con todo el respaldo institucional.
- ¿Cuáles fueron sus fuentes para recopilar esta historia que va de la mano de la ciudad?
- Utilicé fuentes primarias. Creo que entrevisté a unas 25 personas, todos habían sido exlumnos, exprofesores o exdirectivos. También usé fuentes secundarias, como el caso de la publicación del profesor Víctor Riedemann, que escribió una recopilación para los 70 años del liceo, y tomé mucha información publicada por El Diario Austral. Para ello trabajé en la hemeroteca de la Biblioteca Municipal Galo Sepúlveda donde me ayudaron algunos colegas (...).
- El dato que arroja el título es interesante, ¿es este el "primer liceo de La Frontera"?
- Sí, fue el primero en la historia del territorio. Es un dato fidedigno. Es liceo porque el concepto era público. Primero fue el Liceo Fiscal, después, Liceo de Hombres, Liceo de Hombres N°1, Liceo A-28 y ahora Liceo Pablo Neruda. Nació al alero de una política de alfabetización del Presidente Balmaceda en el año 1888, ocasión en la que fundan otros liceos en Antofagasta, Santiago y Osorno. Yo decidí titular este trabajo como 'reseña' porque no soy historiadora. Lo hice para que algún día sirva de pie para un trabajo más complejo.
- ¿Cuántos ejemplares y ediciones existen?
- Se imprimieron sólo 300 ejemplares y existe una única edición (...). Los libros están disponibles para préstamo en la biblioteca del liceo, en la Biblioteca Galo Sepúlveda y en la Biblioteca Nacional.
- En reseñas como esta existen hitos y anécdotas. De todo lo que pudo recopilar, ¿qué es lo que más le llamó la atención de la historia del liceo?
- Lo más que más me llama la atención es lo respetada que era la gente que trabajaba en el liceo. Los rectores, particularmente. Porque hasta don Daniel Rodríguez eran rectores, y eso ya le daba un estatus distinto. Prueba de ello es que cuando el Presidente Manuel Montt vino a la ciudad rumbo a Argentina a celebrar el centenario de la independencia viajó con el rector del liceo. La gente era respetada y querida. Pero hay más. Cuando se quema el liceo el año 1922 los habitantes de la ciudad ayudan a reconstruirlo con sus propios recursos y hasta venden los escombros para juntar fondos. Eso es algo que se va repitiendo en el tiempo (...). En otro momento, la gente disfruta el cine sonoro que llega al liceo en sus primeros años. Hubo funciones y vino público de afuera. Así que existe una larga relación fundada en el respeto. Lo otro es el compromiso de los profesores, de toda la vida, y el hecho de que gente de lugares diversos de la Región haya venido a estudiar acá haciendo un sacrificio tremendo.
- ¿Diría que al año 2025 sobrevive el "espíritu nerudiano"?
- Sí. Y es lo que estamos tratando de hacer permanentemente con cada una de las generaciones, transmitirles nuestras propias experiencias para que se vayan impregnando de esa esencia. La idea es que ellos no pierdan el sentido y el cariño por la institución. Que sientan emoción de la pertenencia. Queremos mantener la mística, no ha sido fácil, pero sigue estando ahí.
"Lo más que más me llama la atención es lo respetada que era la gente que trabajaba en el liceo. Los rectores, particularmente. Porque hasta don Daniel Rodríguez eran rectores, y eso ya le daba un estatus distinto. Prueba de ello es que cuando el Presidente Manuel Montt vino a la ciudad rumbo a Argentina a celebrar el centenario de la independencia viajó con el rector del liceo".