Damián González B.
El martes 17 de diciembre el Tribunal Oral en lo Penal de Curicó dictará sentencia contra Víctor Cayupi Huaiqui, temporero de 31 años, oriundo de Carahue, quien el 31 de noviembre de 2018 prendió fuego con un encendedor a la cama de su compañero de labores Luis Llaulén Coña (42), quien reside actualmente en San Ramón, comuna de Padre Las Casas.
El brutal ataque se produjo al interior de un container que ambos utilizaban como casa habitación al término de cada jornada tras cosechar manzanas al interior del fundo San Luis, ubicado a la altura del kilómetro 29 de la ruta J-65, en la localidad de Potrero Grande.
A más de un año de este ataque, la víctima, que de no mediar por el rápido trabajo del personal médico habría muerto calcinada y atada al catre de su cama, cuenta detalles de la historia que hoy lo tiene con el 50% de su cuerpo quemado y un trauma psicológico prácticamente irreversible. Aunque aferrado a la única esperanza de que su agresor, hoy en prisión preventiva, sea condenado a los 12 años de pena efectiva que la Fiscalía del Maule solicita por el delito de homicidio calificado frustrado.
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"No sé cómo me amarró las manos y los pies. Me prendió fuego y fui incendiado en todo mi cuerpo. Gracias a Dios llegó rápido la atención médica, si no yo estaría muerto".
-¿No quiso viajar al tercer día de juicio (ayer)?
-No, porque ando nervioso, necesito tener algo de tranquilidad en mi vida. Sigo con miedo, este gallo puede tener familia y si me ven solo, puede ser que ahora sí me maten.
-¿Qué recuerda de ese día?
-Yo estaba ebrio, esa es la verdad. No sé cómo me amarró las manos y los pies. Me prendió fuego y fui incendiado en todo mi cuerpo. Gracias a Dios llegó rápido la atención médica, si no yo estaría muerto. La primera atención la tuve en Curicó, me trasladaron a Talca, y de Talca me llevaron a la Mutual de Seguridad en Santiago, donde desperté después de dos meses, amarrado y entubado. Desperté sin saber donde estaba. Por mi familia me enteré que me quemaron, y que había sido esta persona.
-¿Ese día usted se tomó unos tragos con Cayupi?
-Si, tomé con mi atacante en el fundo. Y me enteré por los testigos que fui golpeado con puños y palos, que me maltrató harto. Después me fui a acostar y él prendió el colchón con un encendedor. Lo reconoció en el tribunal, pero supuestamente dijo que después salió a comprar un paquete de tallarines para comer. Carabineros lo pilló afuera del fundo y el dijo que no pensaba que esto iba a pasar a mayores. Esa fue una burla que me hizo delante de la autoridad.
-¿Ha vuelto a verlo?
-El día 10 fui al juicio, y sí, lo vi, y lo pasé mal. Vi a este gallo y me dio impotencia, no podía hacer nada. Llegué a mi casa y no pude dormir. Vi en el sueño que me atacaba, que estaba encima mío, es desesperante. Estoy psicológicamente mal, casi morí. Tengo harta pena, necesito tranquilidad. Si quedaba libre iba a andar con mucho miedo, y con la idea que si encuentra de nuevo, me mata.
-¿Ustedes se conocían de antes?
-No, lo conocí cuando llegó al fundo.
-¿Hubo algún otro ataque antes?
-No. Pero un día me dijo que me iba a matar y que me iba a tirar al río. Él me tenía envidia porque trabajábamos a trato. Nos pagaban por mata. Uno llevaba anotado cuántas matas de manzana se cortaban al día para cobrar a fin de mes y yo era más rápido, entonces hacía más plata.
-¿Su familia sabía de esto?
-No, nunca quise contar lo que me estaba pasando, nunca pensé que podía pasar algo así.
-¿Advirtió a su jefe?
-Me tocó compartir el container de fierro con mi atacante. Yo le pedí al jefe que no me dejara con este hombre, porque se notaba que era malo. Los container no son un lugar para dormir, no sé por qué se permite tener 80 trabajadores en containers, son oscuros y si hay emergencias no se puede escapar. Ellos no me fueron a ver al hospital y lo único que recibí de ellos fue la carta de despido.
-¿Cómo se ganará ahora la vida?
-Tengo 42 años y el doctor no me ha dado el alta. A veces salgo a las calles a vender heladitos, pero soy provocado por la gente donde me ven completamente tapado por mis heridas, y no saben que casi morí. Hay gente que me hecha de las calles, que me dicen 'tu no perteneces a este lado'. Yo agacho la cabeza...