El mundo tiene olas de cambio, como la biotecnología, o la libertad de comercio, internet y antes la imprenta, los viajes aéreos, la penicilina, los procesos de pasteurización, religiones y, en general, los grandes inventos, que son algo más complejo que el mero artefacto que resulta creado.
La historia y el futuro se entienden de esa forma, donde es mejor hablar de procesos, es decir, de hechos que gatillan fenómenos más complejos que debemos saber surfear a riesgo de morir aplastados.
Pasó, por ejemplo, con la televisión. No es un solo gran invento, sino la conjunción de muchos descubrimientos que dialogan entre sí. Su éxito, no sería posible sin los aparatos electrónicos creados para ello, como televisores computadores, o teléfonos inteligentes.
En el caso de nuestro país, no hay grandes desarrollos en este ámbito. No producimos computadores ni estamos a la vanguardia de las creaciones tecnológicas.
Sin embargo, tenemos una industria potente y global, como la minería, desde la cual podemos hacer innovaciones y transformaciones que pueden irradiar experiencia y resultados a otras actividades. .
Lo que parece una desventaja, puede, sin embargo, transformarse en una oportunidad para desarrollar la interconexión digital de objetos cotidianos mediante internet a una escala enorme, precisamente porque las máquinas tendrán un rol protagónico en la minería subterránea y en todas las actividades anexas que de allí se desprendan.
Para que esto suceda, porque este desarrollo no existe en el mundo, debe, indudablemente, existir una visión compartida entre los sectores privado, público, las universidades; ya que esto puede modificarse en una catapulta que lleve al país a otro estadio.
Debe quedar absolutamente claro que estamos a tiempo de hacer algo distinto para Chile, algo que sobrepase largamente la minería y sea capaz de ser un faro inédito para el mañana de la nación.