Hasta hace pocos días muchos países del orbe se jactaban de haber logrado o de poder exhibir índices macroeconómicos altos o más o menos equilibrados, los que cuidaban celosamente tanto con medidas económicas internas como externas.
Y todo ha cambiado drásticamente, todos los cuidados, todos los celos, todos los cortafuegos imaginables han experimentado reveses, no han sido suficientes; los índices económicos mayores en todo el planeta están muy dañados y qué decir de la economía doméstica, que deja ver las inequidades profundas al interior mismo de las sociedades.
El deterioro es tal que no es necesario ser economista, dueño de banco ni ministro de Hacienda, para advertir que contaremos con menos dinero, o habrá menos personas con acceso al dinero, que habrá más personas sin trabajo o que enfrentarán serios problemas para conseguirlo, y que la estabilización tomará un tiempo fundadamente largo.
Todos, todos experimentaremos desasosiego de una u otra manera. Todos sentiremos este embate y en proporciones no menores. La solidaridad será el comienzo de un nuevo rumbo. El egoísmo debe ser tumbado.
¿Qué hacer? ¿Cómo hacer? La educación es la clave. La primera es la educación en la familia, la que ya debe estar dando las primeras lecciones de solidaridad, lecciones de fraternidad, lecciones de humanidad, tanto por encuentro como reencuentro obligado por las cuarentenas.
Luego, la educación institucionalizada o formal. Esta ha de adecuar de manera urgente sus currículos logrando mejores equilibrios entre los contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales, privilegiando los últimos. Y los cambios han de ser en todos los niveles del sistema educativo, es decir, preescolar, básica, media y superior.
No ha de caber duda, que nadie lo dude, luego de, y con, la pandemia, cambios habrá, han de haber. A mayor, a más, a mejor educación, menos necesidad de normas, de leyes, de reglamentos, de bandos, de acuerdos en cumbres, de pactos, porque todos habremos aprendido la lección de ser más personas, de ser más humanos. ¡La Humanidad necesita más humanidad!
No puede ser que tanto dolor, tantas angustias, tantos muertos sean por nada. Hemos de dar un giro importante, se ha de dar paso a cambios mayores, quizás de asistencialidad en un primer momento, pero parafraseando aquel proverbio chino que dice: "Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida", es necesario ir más allá, no solo se ha de enseñar a pescar, sino enseñar a pescar de manera cooperativa, no solo en beneficio personal, sino para contribuir al desarrollo de la comunidad, de la familia y de los de su entorno.
El padre Raniero Cantalamessa señalaba en parte de su homilía de la Pasión de Cristo, el viernes santo, "Dejemos a la generación que venga, un mundo más pobre de cosas y de dinero, si es necesario, pero más rico en humanidad".
No lo dudo, no lo duden, ¡la Humanidad necesita más humanidad!
Raúl Caamaño Matamala,
profesor Universidad Católica de Temuco