Estudios de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) indican que una persona que nace en América puede aspirar a vivir 75 años, casi cinco más que el promedio mundial, aunque las enfermedades, entre ellas el covid-19, que con carácter de pandemia atacan en todo el mundo, son los principales retos. Los informes elaborados antes de la emergencia sanitaria mundial indicaban que la población había ganado dieciséis años de vida, como promedio, en los últimos 45 años. Es cierto, vivimos más, pero a la vez la gente muere por causas que podrían evitarse, como accidentes o enfermedades cardiovasculares ligadas al sedentarismo y la mala alimentación.

Hay que poner atención en las enfermedades emergentes, como la obesidad y el sedentarismo, que sin lugar a dudas se han incrementado durante las cuarentenas. La obesidad, por ejemplo, es uno de los principales factores de riesgo para padecer una enfermedad crónica. Así, en el continente la tasa de obesidad duplica el promedio global: 26,8% frente a 12,9%. Chile envejece a tasas aceleradas. El fenómeno tiene repercusiones de salud, económicas y sociales que exigirán repensar la forma en la que hemos construido el país y cómo lo haremos en el futuro. El envejecimiento poblacional presenta desafíos de cómo preocuparse de esa gran masa ciudadana que vive más años, y que a la vez exige más atención. Sin embargo, mucho puede hacerse para seguir mejorando tales indicadores, sobre todo en salud y ofrecer panoramas y programas de alimentación más saludables para la población, con el fin de que ese aumento de expectativas de vida sea con calidad.

Se trata de un cambio que obliga a repensar las políticas públicas del país. Hay expertos que dicen que Chile no está preparado para enfrentar este cambio en la pirámide etaria, que llegó en forma acelerada. Al observar indicadores simples como las pensiones promedio, o el acceso a la salud, nos damos cuenta que Chile no facilita la vida de la tercera edad. Y esto podría ser peor conforme pasen los años y observemos un incremento de este segmento.

La pandemia que nos azota y que tanta calamidad ha traído, en algún momento, ojalá mas temprano que tarde, se extinguirá y dejará a su paso, pena, dolor y tristeza. Muchos habrán perdido algún ser querido, otros tantos su empleo o negocio, en fin, la tragedia se enseñoreará de nuestra cotidianidad.

Durante este tiempo hemos conocido el sacrificio al extremo de los profesionales de la salud, así como otros servidores públicos; Carabineros, Policía de Investigaciones, Bomberos, etc. También se ha podido observar la conducta de oportunistas inescrupulosos que subieron abusivamente los precios de bienes de primera necesidad y útiles necesarios para hacer frente a la enfermedad. Al mismo tiempo se hacen presentes conductas solidarias, de ciudadanos que acompañan y socorren a los que sufren aportándole alimentos a quienes no lo tienen o no les alcanza, trasladan gratis a personas que lo requieren y ayudan a los inmigrantes que carecen de redes de apoyo.

Los efectos de la crisis se han dejado ver en toda su magnitud; cierre de empresas, desempleo, dolor y hambre. Habrá un antes y después y para hacerle frente será necesario hacer esfuerzos serios, alejados de cuestiones efectistas que buscan sacar una "cuña" o del discurso grandilocuente de unos políticos preocupados de la "galería" y la próxima elección. Lo que se requerirá será conductores políticos interesados en el bien común, en la sociedad en conjunto.

Necesitamos que los poderes de nuestra democracia, Ejecutivo, Legislativo y Judicial cumplan su tarea cabalmente, alejados de todo relativismo, entendiendo que la legislación vigente ha de respetarse aunque no guste. Ya que cuando se transgrede se abre la puerta para que otros también lo hagan y allí empieza la demolición de la democracia.

¿Superaremos la pandemia? Sí, aunque muchos ya no estarán y las familias tendrán más de una pena en el alma. Pero lo que venga dependerá de la forma en que las autoridades actúen, si profundizan aún más el conflicto y cada uno juega su partido en busca de votos o entienden que la tolerancia y cooperación es el camino capaz de engendrar un diálogo fructífero, que nos ofrezca un tiempo virtuoso que nos lleve a reencontrarnos con la amistad cívica, base de mejores días para todos los habitantes de éste tan golpeado país.

Nabor Urzúa Becerra,

ingeniero, Corporación de Estudios Laicos de La Araucanía