Cada vez se escucha con más fuerza a nivel regional, de parte de representantes políticos, económicos y sociales, la necesidad de impulsar un intenso proceso de reactivación para hacer frente a las infaustas consecuencias de la pandemia por el covid-19 en nuestra zona y el país. Se trata de mensajes necesarios, especialmente cuando apelan a actuar rápido para enfocar los esfuerzos en lo urgente, como por ejemplo, llegar con ayuda a los hogares más necesitados, contribuir a la sobrevivencia de las empresas y mantener la estabilidad del país.

Pero este enfoque no puede hacernos perder de vista el mediano y largo plazo, que son claves si lo que se busca es coordinar acciones que permitan realmente mirar el futuro con más optimismo.

En esa línea, resulta relevante considerar cómo algunas recomendaciones que se aplican al contexto mundial pueden tener especial impacto en nuestra zona, si se logra avanzar en esa tan manida -pero a veces también tan poco practicada en los hechos- articulación público-privada para el desarrollo.

Un reciente informe de la prestigiosa consultora McKinsey da luces de algunos elementos que deberían estar presentes en un plan de recuperación post-pandemia, en al menos 4 áreas. La primera tiene que ver con la necesidad de impulsar las energías verdes. Otro factor clave es la necesaria digitalización y sumarnos a la próxima ola tecnológica.

Otro tema fundamental del futuro, es la necesidad de mejorar las capacidades de la fuerza laboral, para mantener niveles de productividad en un periodo que estará marcado por una fuerte automatización.

Un cuarto factor a tener en cuenta tiene que ver con la necesidad de aumentar la capacidad de resiliencia de las cadenas de suministro y la seguridad de los bienes esenciales. En esto, nuevamente las industrias locales pueden cumplir un rol clave para el futuro. Los desafíos son múltiples y requieren, sin duda, que muchas cosas se hagan distinto. Poder avanzar en ellos requerirá sin duda de sólidas capacidades, pero especialmente de liderazgos políticos, económicos y sociales dispuestos a trabajar de forma articulada hacia un futuro distinto y mejor para la Región y el país.

Un joven preguntó si los vergonzosos hechos ocurridos en la Cámara de Diputados era antes algo común. Para nada. Años atrás, el Parlamento lo integraban catedráticos universitarios, sabios dirigentes, profesionales destacados, intelectuales, empresarios connotados, todos con un factor común: estudiosos en los temas que pasaban por sus manos. Su nivel era tal, que era frecuente encontrar en las tribunas a profesores y estudiantes universitarios, principalmente de Derecho y de Economía, aprendiendo de las intervenciones de diputados y senadores. Tenían el privilegio de escuchar a verdaderos especialistas en temas nacionales de importancia y algunos, por añadidura, grandes oradores. Eran lecciones de democracia republicana.

En ese nivel de excelencia era impensable que una diputada corriera como una loca por la sala, o a otro insultando groseramente a sus pares. El rigor intelectual, la seriedad, el respeto, el diálogo y el interés de Chile estaban por sobre toda otra consideración y le daban la "honorabilidad" necesaria a la función legislativa, razón por la que el Parlamento chileno era considerado el mejor de América Latina y uno de los mejores del mundo. Raro que un proyecto de ley fuera declarado inconstitucional; menos que necesitara enmiendas; no había improvisación. La gran mayoría de los parlamentarios sabían, estudiaban y entendían cómo funcionaban las instituciones y la economía; no habría sido posible las patéticas intervenciones de algunos diputados que vimos hace algunos días, llenas de verdades a medias y eslóganes.

En esos años, habría sido difícil aprobar el retiro del 10% de los fondos de jubilación, una medida popular, pero equivocada como lo sostienen los especialistas serios de todos los colores políticos; si habrían coincidido en legislar sobre propuestas para mejorar el sistema.

En el fondo habrían sopesado todos los factores y seguramente optado por corregir el sistema, pero ni pensarían siquiera en echarlo abajo. Por eso, es una falacia decir que el sistema de AFPs ya no resiste más, porque con ese mismo argumento habría que terminar con el Congreso, lo que obviamente sería un error mayúsculo..

René Araneda A.

Instituto de Ideas Republicanas, Araucanía