La Región de La Araucanía entró ayer a la fase denominada de "apertura inicial", en el marco del plan de desconfinamiento "Paso a Paso". Esta etapa permite retomar ciertas actividades de menor riesgo de contagio, aunque minimizando las aglomeraciones, porque permite el desplazamiento libre aunque manteniendo el toque de queda, y los mayores de 75 años pueden salir una vez al día.

Además, pueden volver las clases presenciales, de acuerdo a la planificación del Ministerio de Educación, también se permite el 25% de capacidad en cines y teatros, al igual que en restaurantes y cafés. Sin embargo, seguirán cerrados los pubs, discotecas y gimnasios.

El quinto paso del plan del Gobierno es la apertura avanzada, que autoriza el traslado a segundas viviendas, la libre circulación de mayores de 75 años y actividades con hasta 150 personas. También se abren gimnasios, pubs y discotecas, aunque con 50% de capacidad y mantenimiento del toque de queda "a nivel nacional, de acuerdo a la disposición de la autoridad", señaló el Ministerio de Salud.

Ahora bien, contrario a lo que pudiera pensarse, este proceso no implica un regreso a lo que podría llamarse la "antigua normalidad". En efecto, incluso en esta etapa -y hasta que no exista una vacuna contra el covid-19 que permita una certeza de que las personas estarán protegidas de contraer la enfermedad- continuarán prohibiciones como la del funcionamiento de clubes y centros de día de adulto mayores o las visitas a los establecimientos de larga estadía de adultos mayores.

A ello se sumarán algunas restricciones como el funcionamiento de cines, teatros, restaurantes y cafés al 75% de su capacidad, de pubs, discotecas y gimnasios abiertos al público a un 50% de capacidad.

Con todo, todo este proceso se vincula a un factor sobre el cual se debe siempre enfatizar. Se trata de la responsabilidad individual que debemos tener para aplicar medidas de autocuidado y no solo quedarnos con la obligación de cumplir las normas establecidos en planes como el descrito.

Hoy nos encontramos en tiempos de ajustes, convulsos, en donde parece "normal" usar la violencia para imponer creencias, las que, legítimas o no, no son las únicas miradas y necesidades que existen. Son momentos de preguntas que aprisionan nuestros valores y cuestionan la civilidad, pero las respuestas no pueden recaer en la vulneración de las libertades de los otros.

Las sociedades se construyen en la diversidad y complementariedad de sus habitantes. Todos somos necesarios para generar una real sociedad, con distintas miradas y aportes, evolucionando y cambiando juntos. Pero, esta transformación no puede aceptar en ninguna de sus versiones la violencia, la falta de respeto, la miseria del odio y el deseo del mal del otro.

Nuestro gremio de la construcción nuevamente se ha visto afectado por hechos de violencia irracional y cobarde. Destruir maquinarias, fuentes de trabajo, que son la base para la mejora de caminos que conectan con posibilidades de una mejor calidad de vida para los habitantes rurales, es no defender el bien común.

Rechazamos con férrea convicción todo acto de violencia y vulneración al Estado de Derecho y demandamos a los distintos actores sociales a actuar con determinación para detener este clima de hostilidad que nos sacude.

Emplazamos a los políticos a dejar las mezquindades populistas y a ser referentes de construcción de acuerdos sociales de urgencia. A los miembros del Poder Judicial, a restablecer límites claros ante delitos de "tal connotación", que aporten a una convivencia respetuosa y se apliquen las garantías constitucionales para todos quienes habitamos en la Región.

Es necesario que el Gobierno cumpla con los acuerdos, tantas veces firmados. El último de ellos, asumido por el mismo Presidente en Temuco, llamando a un gran Acuerdo Nacional para el Desarrollo y la Paz en La Araucanía, con foco en el diálogo y acuerdo, reconocimiento y valoración de nuestra diversidad y potenciar el desarrollo regional.

La anhelada paz solo se encontrará en la acción de reconocer y cuidar de todas las partes. De recuperar la esencia de nuestra condición humana, que en su evolución logró consolidar la comunicación y la capacidad de crear historias comunes, logrando así mejorar los vergonzosos índices de pobreza local.

Este escrito no pretende ser otro acto condenatorio; es un llamado de atención a una sociedad sesgada por la ira y el descontento que se cristaliza en la violencia, obviando nuestra esencia humana del entendimiento basado en el diálogo y el acuerdo, el respeto y la construcción colectiva.

Actuemos ya en esta demanda profunda que nuestra Araucanía clama.

Claudia Lillo Echeverría,

presidenta regional