Correo
El origen del problema de la Región
En este último tiempo, he leído a varios líderes -empresariales, gremiales y políticos- diciendo que el problema en La Araucanía se debe a una falta de integración de los chilenos de etnia mapuche en el conjunto del país. Pienso que esta intuición es falsa y responde más a un sentimiento de culpa de la clase opulenta nacional que a las evidencias. Las encuestas del Centro de Estudios Públicos (CEP 2016) o del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (ELRI 2019) demuestran que la falta de integración, si bien es evidente en la cantidad de personas con apellidos de origen mapuche que integran directorios de las grandes empresas, no lo es en el resto de la sociedad chilena.
Buena parte de la población mapuche se siente "plenamente integrado" a Chile -73% mapuche urbano/82% mapuche rural (CEP 2016)- y un número muy menor se siente "nada integrado" -3% urbano/1% rural (CEP 2016)-. A su vez, el porcentaje de mapuches que se sienten una mezcla de chileno y mapuche ha aumentado en el tiempo, si en 2016 era de un 73%, en 2018 alcanza un 80% (ELRI 2019). Junto con esto, ambos estudios demuestran que, en la medida en que ha recrudecido la violencia en la macrozona menos personas de origen mapuche la justifican.
Claro está que queda mucho por mejorar y hay otros números que son preocupantes -v.gr. baja participación en costumbres mapuche, bajo dominio del mapuzungun en niños mapuche (Wittig y Alonqueo 2018), etc.-. Creo que las soluciones más eficientes a estos desafíos son de "abajo hacia arriba" y no de "arriba hacia abajo": deberíamos respetar más la autonomía de las comunidades en cuanto cuerpos intermedios y permitir mayor diversidad de proyectos educativos más allá de lo que permiten los planes "mínimos" del Ministerio de Educación. Estoy seguro de que la cultura mapuche florecerá todavía más gracias al libre actuar de los chilenos de origen mapuche que por los planes estatales. Por esta razón, seguir viendo este problema desde la óptica paternalista y culposa de nuestra clase opulenta no nos llevará a ninguna parte.
Juan L. Lagos, Fundación para el Progreso
Proporcionalidad en el uso de la fuerza
Existe un concepto equivocado de la proporcionalidad en el uso de la fuerza. Hay quienes piensan que se trata de una equivalencia: si un manifestante violento agrede a un policía con piedras, éste debe defenderse con piedras. Esta concepción es absurda.
Para combatir con éxito la violencia ilegítima e imponerse a quienes la ejercen, las instituciones encargadas de aplicar la violencia física legítima del Estado deben actuar con una potencia superior. La violencia física no solo es legítima -cuando es aplicada por la autoridad legítima- sino que es justa, cuando es adecuada para lograr mediante ella la restitución del orden exigido por el bien común.
La proporcionalidad consiste en la respuesta a la pregunta: ¿cuánta fuerza utilizar? Ella debe estar en proporción a la resistencia ofrecida, a la gravedad del delito, al peligro representado por los violentistas, a la situación que se controla y al objetivo legítimo que se persigue, lo que en casos extremos justifica el empleo de medios letales.
La desproporción en el uso de la fuerza no solo se puede predicar respecto de la que es excesiva para cumplir con un determinado fin, sino que también respecto de la que es insuficiente para lograrlo.
Si bien el Estado tiene la prohibición de abusar de la fuerza, tiene la obligación de usarla para reprimir la delincuencia, los actos vandálicos, la subversión, el terrorismo y la insurrección revolucionaria a fin de garantizar el Estado de Derecho y el orden institucional de la República.
Adolfo Paúl Latorre
El S.O.S de nuestra tierra
Hoy la tecnología del hombre permite que tengamos una nave espacial viajando fuera del sistema solar, varios robots haciendo de las suyas en Marte y preparando futuras visitas humanas, todas estas acciones, persiguen descubrir los misterios del inconmensurable universo.
Tal vez pasarán varios cientos de años para lograr tener resueltas todas las ecuaciones de este enigmático mundo que nos rodea pero nunca debemos olvidar que nosotros somos parte de una gran nave espacial, llamada Tierra en la cual hacemos nuestra vida de principio a fin.
Sin embargo, solo desde hace unos años nos estamos preocupando en cuidar nuestra tierra, es que el progreso alcanzado por la humanidad, se ha llevado por delante el aire que respiramos, nuestros suelos, la flora y la fauna hasta llegar a niveles preocupantes.
¿No deberían los países más poderosos del planeta, liderados por sus científicos más destacados, dedicar las mismas ganas y fondos para conocer, ayudar y proteger mejor a nuestra tierra, nuestra nave espacial, como lo hacen tan decididamente con el universo que nos rodea?
"Antes de conocer el mundo, da tres vueltas por tu propia casa", proverbio chino.
Luis Enrique Soler Milla