Chile envejece a tasas aceleradas, fenómeno que tiene repercusiones de salud, económicas y sociales que exigirán repensar las políticas públicas, porque parece que la sociedad no está preparada para enfrentar este rápido cambio en la pirámide etaria. La esperanza de vida al nacer en el año 1950 era de 54 años, pero hoy es de 85 años para las mujeres y 80 años para los hombres. Los adultos mayores suman ya más de 3 millones de personas y se espera que al 2025 representen un 20% de la población, lo que plantea una serie de desafíos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) creó en 2007 una red para que las ciudades se comprometan a cumplir una serie de requisitos para entregar mejores condiciones de vida a los adultos mayores.

La idea final es el compromiso para desarrollar ciudades amigables con la tercera edad, y por añadidura, con la población en general, en áreas como el transporte, la vivienda, participación social, salud, redes de parques y áreas verdes, acceso expedito a trámites de beneficios en instituciones públicas, y equipamiento ad hoc en las ciudades, entre otras. Construir ciudades pensadas en los mayores es un gran desafío. Una encuesta elaborada por el Servicio Nacional del Adulto Mayor y la Universidad de Chile, reveló que el 62% de los chilenos declara que se prepara poco o nada para la vejez, y un 73% considera que éstos se encuentran marginados de la sociedad.

Al observar indicadores como las pensiones promedio o el acceso a la salud, se advierte que el país no facilita la vida de la tercera edad. Para el Estado implica un desembolso enorme en asistencia y hasta la manera en que se construyen ciudades, parques, en el transporte y los servicios generales. Hay que considerar desde el estado de las calles por las cuales caminan, hasta la atención que deben recibir en los servicios de salud. A ello, se agregan las condiciones especiales generadas por la pandemia y las pocas facilidades que tienen al realizar sus trámites en bancos y servicios, cuando deben realizar largas filas. Nuestra sociedad debe orientarse a una cultura que valore, respete y salvaguarde a sus adultos mayores, con ciudades más amigables para ellos.

Tenemos una capacidad increíble para ganar títulos negativos que nos han ido sumiendo en los últimos lugares del país en cuanto a todo tipo de desarrollo.

Hoy estamos enfrentando en el planeta la pandemia del virus que nunca se hizo amigo, como lo soñaba el inolvidable ministro Mañalich, de cuya administración se solicitan cientos de correos que el actual ministro Paris se empeña en ocultar o dificultar en la entrega ordenada por la Corte Suprema.

Pues bien, expertos de Sanidad dicen oficialmente que la Región de La Araucanía es la que tiene el mayor número de contagios, enfermos, asintomáticos y muertes en proporción a su población en nuestro país.

Como si lo señalado no fuera de extrema gravedad, como guinda de una torta, el Conflicto Mapuche sigue "viento en popa", cada día una nueva historia de violencia; producto de ello, debió irse a casita el último ministro del Interior, señor Víctor Pérez. Tres meses duró en el trapecio de La Araucanía y algunos -nada de originales- piden la cabeza del actual intendente Víctor Manoli, pero como dicen los versos de una canción "qué culpa tiene Manoli".

En treinta años de todos los Gobiernos y en el actual se rompen récord: autoridades dicen, engoladamente, perseguiremos a los responsables hasta las últimas consecuencias; después de todas esas bravatas, presentación de querellas que ya no tienen espacio en los escritorios de los Tribunales.

Producto de esta anómala situación, nuestros jóvenes profesionales y juventud en general enfrentan dificultades para encontrar fuentes laborales seguras en el tiempo, mientras Santiago se nos queda con el setenta y cinco por ciento de las empresas y reparte el otro veinticinco por ciento en el resto del país.

Pero volviendo al argumento central de esta columna, que preconiza salir de perdedores ¿se creará por cansancio, hastío, desesperación, una reacción masiva ciudadana de La Araucanía para que el poder central de una vez por todas estructure una metodología que ponga punto final a esta por ahora pequeña guerrilla entre mapuches y sectores agrícolas y forestales?

Algunas autoridades, como para justificar el sueldo que les paga el Estado -o sea todos los chilenos- dicen como gran aporte: "Hay que dialogar". Pero si eso se viene diciendo hace más de treinta años, se han conformado mesas de muchos predicadores de soluciones, pero en un entorno total de sordos, nadie escucha en serio y todo sigue peor.

Cargar contra los intendentes es una estrategia equivocada, ellos no son más que débiles fusibles, sin poderes reales para avanzar. Todos los que se han ido en los últimos diez años en igual número, han debido dejar sus cargos con resultados cero. Ser intendente en La Araucanía es un triste suicidio y a los cuales el Gobierno central no les da ni el pésame. Por eso, "qué culpa tiene Manoli ".

Roberto Muñoz Barra,

exsenador, presidente Instituto

Estudios Públicos Social Demócrata

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