"La fatiga pandémica está siendo acompañada de un cierto proceso de atenuación del riesgo"
PANDEMIA. Según el investigador, a casi un año de la emergencia sanitaria, resulta clave mejorar las estrategias de comunicación de riesgo y evitar "demonizar" a ciertos grupos, entre ellos los jóvenes.
La llamada "fatiga pandémica" está provocando que la población atenúe los riesgos que la emergencia sanitaria implica. El temor de los primeros meses fue disminuyendo con el transcurso del tiempo y, hoy cuando ya nos acercamos a cumplir el primer año en medio de una de las situaciones más inusuales vividas a nivel planetario, el cansancio está llevando a vulnerar restricciones, siendo cada vez más frecuentes las fiestas clandestinas y reuniones que pueden poner en riesgo la salud.
En tal sentido, el doctor en Sociología de la Universidad de Barcelona e investigador del Núcleo de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de La Frontera, Álex Boso, advierte que no solo en Chile, sino que en muchos países ha faltado poner en práctica una buena comunicación de riesgo, con mensajes claros y menos cargados de palabras condenatorias. "Hay que entender la situación que viven las personas, huir de esa demonización de determinados grupos y tratar de buscar las raíces sociológicas del problema", asegura el académico, quien además imparte la cátedra de Sociología de la Salud en la Ufro.
- La propia Organización Mundial de la Salud, OMS, ha bautizado como fatiga pandémica a los problemas emocionales adaptativos a la nueva realidad. ¿Concuerda en que a casi un año, el comportamiento humano deriva hacia emociones que incluso llevan a tener actitudes de rebeldía?
- Sí, por supuesto. Comparto este concepto de fatiga pandémica, de cansancio generalizado sobre esta situación que va acompañado de un cierto proceso de atenuación del riesgo.
- ¿Qué significa la "atenuación del riesgo"?
- Desde el punto de vista de la Sociología hay que diferenciar entre dos conceptos. Uno es el concepto de peligro y otro es el de riesgo. Por un lado el peligro se refiere a cuál sería el daño real al que nos enfrentamos y lógicamente estamos frente a un peligro sanitario de una magnitud muy grande. Pero, el riesgo es más interesante porque es la probabilidad que ese peligro nos afecte a nosotros o afecte a las personas que queremos y este es un concepto que es un poco más subjetivo. En general los seres humanos somos muy malos a la hora de calibrar bien y pasar de lo que es el peligro al riesgo y, en general, es al concepto de riesgo al que respondemos. Hay procesos que son normales que se llaman de "atenuación de riesgo" y que se dan siempre cuando estamos sometidos a un peligro de forma cotidiana durante mucho tiempo. Creo que al principio, todos tendíamos incluso a sobreestimar el riesgo, a encerrarnos, a no querer ver a nadie, a no querer tocar nada, prácticamente no querer salir a la calle, nos daba pánico todo (...) Sin embargo, esa sensación después lógicamente ha ido cambiando porque vemos que a algunas personas les ha pegado muy duro, pero otras personas pasan como asintomáticas y tendemos a pensar que a nosotros no nos va a pasar y por eso hemos pasado a una situación de atenuación del riesgo.
- A su juicio, ¿efectivamente ha faltado incorporar una buena comunicación de riesgo?
- Yo creo que se ha trabajado mucho, no puedo decir que no se haya hecho nada, pero pienso que las estrategias de comunicación de riesgo son mejorables y tienen que ser dinámicas, porque puede que lo que nos servía al minuto uno de la pandemia, cuando todos estábamos asustados, ya no sirva nueve meses después y esto es así porque las personas evolucionamos, tenemos información nueva y por tanto hay que cambiar la estrategia, mejorarla, ser capaz de ser empático también con las personas a las que se quiere llegar y entender la situación que viven las personas, huir de esa demonización de determinados grupos y tratar también de buscar las raíces sociológicas del problema.
- Precisamente en aquello de "demonizar", se ha tendido a sindicar como culpables del avance de la pandemia a los jóvenes, tildándolos de irresponsables o inconscientes, principalmente a raíz de las fiestas, ¿concuerda con estas imputaciones?
- Lo primero es que yo prefiero no demonizar a ningún grupo en sí. Si hablamos del concepto de peligro y de riesgo, los jóvenes son los que en realidad tienen menos peligro de enfermar gravemente y lógicamente tienen una percepción de riesgo más ajustada a ese peligro. El problema lógicamente está en que puedan transmitirlo y eso se puede ver como un comportamiento no tan social porque no están fijándose en lo que le puede pasar a los otros. Por otro lado, las personas jóvenes, muy especialmente los adolescentes, están en un momento en que la socialización con sus pares es fundamental para su desarrollo. Dejar a un adolescente encerrado en su casa por un año sin poder compartir con sus amigos es algo que le puede ocasionar problemas psicológicos futuros y, por lo tanto, también es importante tener en cuenta esos factores.
- En ese sentido, también resulta claro que no solo los jóvenes realizan juntas y carretes...
- Exacto. Sería interesante hacer un estudio serio, objetivo, para saber dónde realmente se están produciendo los contagios. No siempre son grupos de jóvenes, a veces son personas adultas que también hacen asados clandestinos. No estoy a favor de las fiestas clandestinas, pero igual pienso que no se le puede echar toda la culpa a los jóvenes porque ellos también están pasando un mal momento (...) Hay muchos que han sido extremadamente responsables, se han quedado en casa incluso cuidando a sus abuelos y han tenido que cambiar radicalmente su vida, mucho más que en el caso de los adultos. Es distinto pedirle a una persona de 40 años que se quede encerrada un año en su casa, que pedírselo a una persona de 18 o 19 años.
- A poco más de 10 meses y pensando en la fatiga pandémica, resulta cada vez más difícil que la población respete las restricciones. ¿Qué se puede hacer frente a eso?
- Generalmente los seres humanos aceptamos las restricciones y las sanciones cuando las encontramos lógicas. Pero para tratar de orientar el comportamiento humano, suelen funcionar mejor los incentivos positivos y la información. Ahí vuelvo a plantear que es clave la comunicación de riesgo, de qué manera nosotros lo comunicamos y de qué manera explicamos muy bien lo que está sucediendo hoy día.
- Precisamente en lo relativo a la comunicación, ¿cree que ha faltado una mayor información y educación hacia la población en cuanto a las vacunas para evitar que se produzca una falsa sensación de seguridad?
- Puede ser un factor que produzca confusión porque nos han dicho que las vacunas ya están aquí (...), pero lo que no hemos explicado es que seguramente vamos a tardar un año más así. Es muy difícil vacunar a toda la población y hasta que no hayamos adquirido una inmunidad de grupo puede pasar prácticamente otro año entero, por tanto aunque ya estén llegando las vacunas y estemos viendo la puerta al final de este proceso, todavía falta mucho.
- Además será difícil vacunar a toda la población, debido a la alta resistencia que existe...
- Sí. Efectivamente eso puede ser una dificultad. Ahora ya no son las personas que siempre estaban sistemáticamente en contra de las vacunas, si no que hay mucha gente que sospecha porque considera que ha sido un proceso muy rápido… Creo que la clave del éxito pasa por una buena estrategia de comunicación del riesgo, de explicar claramente los pro y los contra y también pasa porque las personas que comuniquen generen confianza y eso no es fácil de conseguir. Muchas veces va ligado a liderazgos y a veces nos faltan buenos liderazgos.
309 días de pandemia, contabiliza aproximadamente al día de hoy la Región de La Araucanía. El primer caso se reportó el 15 de marzo de 2020.
80% de la población