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Nicolas Cage: un excéntrico escapa de Hollywood

Una película y una serie de Netflix muestran las estrategias de un actor que desafía los encasillamientos de industria a fuerza de operaciones radicales.
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Hollywood es una fábrica de estereotipos de la que no es fácil escapar. Marlon Brando lo hizo engordando hasta distanciarse por completo del rol de galán que la industria la había deparado. Otros, como George Clooney, siguen aferrados a moldes que funcionan como cárceles cómodas para vidas adineras y exitosas.

El caso de Nicolas Cage es singular: tras un promisorio despegue de la mano de su tío Francis Ford Coppola ¬-quien lo reclutó para "La ley de la calle" (1983)-, y luego de encarar un par de papeles de joven excéntrico (esa mirada perdida y su torpeza magnética no hubiesen permitido otro camino iniciático), la industria cometió el grave error de perfilarlo como un héroe de acción, tapando su excentricidad evidente con altas dosis de testosterona y una enérgica agudeza que no comulgaba con su oscuridad intrínseca.

Cage se convirtió rápidamente en un mal actor, en un cuerpo atrapado en las casillas de las expectativas, en un títere a sueldo que solo pudo brillar cuando se atrevió a desafiar su designio para explotar su faceta de perdedor en películas como "Corazón salvaje", de David Lynch; "Leaving Las Vegas", de Mike Figgis; "El ladrón de orquídeas", de Spike Jonze o "Un maldito policía", de Werner Herzog. Esas y otras pocas excepciones no pudieron salvarlo, sin embargo, de una trayectoria mediocre que caía a pique como el avión de "Con Air", por nombrar una de sus tantas cintas desechables.

Pero algo pareciera estar ocurriendo a sus 57 años de edad, un cambio de eje que puede ser una fuga de Hollywood. O tal vez no. Lo cierto es que el Cage de estos días parece desprejuiciado, auto-paródico y extravagante (recordemos que hace algunos años gastó 276.000 dólares en una calavera de tarbosaurus). Ha reemplazado el acartonamiento de la gran industria por producciones menores y arriesgadas, excentricidades de alto voltaje, apuestas radicales que no temen en ser raras o derechamente malas, pero al estilo de las películas clase B. Digamos que malas pero buenas.

El mal gusto llevado a la excelencia. Como "Jiu Jitsu" (2020), una mezcla de artes marciales y cine de extraterrestres que ha sido oficialmente considerada como la película peor evaluada de Cage por la crítica o la aún no estrenada "Prisioners of the Ghostland", dirigida por el aclamado y controvertido director japonés Sion Sono ("El club de los suicidas").

En el horizonte se vislumbra también "Willy's Wonderland", bizarreada de horror en la que, según el tráiler, un Cage sobreactuado, ensangrentado y silencioso (se sabe que no tiene ni una sola línea de diálogo en todo el filme) se enfrenta al pato mecánico de un parque de diversiones.

Netflix acompaña la transformación del actor con dos ofertas. La primera es "Mandy", película dirigida por el griego/canadiense Panos Cosmatos que se estrenó en Sundance y pasó por Cannes. La apacible vida del personaje de Cage y su novia, quienes viven aislados en el bosque, se ve alterada por la aparición de una secta liderada por un lunático que decide torturar y quemar a la joven. "Mandy" se convierte así en una película de ultraviolencia en la que la redención descansa en la venganza. Cosmatos la filma entre brumas oníricas. Crea un cóctel psicodélico de misticismo, motoqueros en ácido, gore y black metal. Cage grita, maldice, se retuerce y mutila cuerpos con una sierra eléctrica. Pocas veces lo vimos tan inspirado.

La segunda producción es "La historia de las palabrotas", serie documental que analiza garabatos desde una perspectiva histórica y lingüística. Cage es el anfitrión. Vestido de traje, en un living victoriano, juega con la imagen de catedrático para liderar la investigación de palabras como "fuck". La provocación y el kitsch son evidentes. A pesar de todo, la producción no se queda en el chiste y, en seis episodios, logra imponerse como material cultural. Está claro: a Nicolas Cage hay que descubrirlo más allá de las apariencias.

En la serie documental "La historia de las palabrotas", Cage analiza los garabatos.


En resumen

La película "Mandy" y la serie documental "La historia de las palabrotas" se encuentran en Netflix.

Por Andrés Nazarala R.

netflix

Sesenta años entre viñetas y divertimento

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1-¿Qué le parece esta retrospectiva? -Es un trabajo tremendo. Sólo las viñetas editoriales suman más de 7 mil en lo que va de este siglo. Agradezco todo ese esfuerzo de los curadores y la Biblioteca Nacional, desarrollaron esta expo tomando elementos de sus archivos y de la muestra que viajó a España en el contexto del premio Quevedo con que me honró la Universidad de Alcalá. Me sorprendió ver obras que ni siquiera recordaba. Y menos gratamente descubrí otras de dudosa calidad. A los jóvenes sólo les aconsejo que para aprender a dibujar, nada mejor que dibujar, dibujar, dibujar. E informarse: leer, leer, leer.

2-¿Qué es lo que más ama de su oficio de dibujante? -Me siento afortunado. Tuve una familia comprensiva, un hermano mayor artista y unos profesores que desde la escuela primaria fomentaron este divertimento y lo encausaron becándome en la Escuela Experimental Artística. Además, otra circunstancia afortunada: la ubicación de esa escuela, a dos cuadras de El Mercurio, a pocas cuadras más de la Editorial ZigZag, (con Pepo y los mejores dibujantes del momento) cerca de muchas librerías y de la calle San Diego, repleta de publicaciones nacionales y extranjeras, de segunda mano muy baratas.

3-¿Cómo nació su personaje de Súper Cifuentes? -Este "infra héroe" fue el retrato espontáneo de los terribles años ochenta. La pobreza y la cesantía dominaban y la apertura a las importaciones hicieron de la calle el mejor escenario para miles de ambulantes. Entretanto, las protestas y la consecuente represión terminaban a menudo en cárcel. Y este vendedor de Superochos y baratijas chinas, despistado pero no por eso menos justiciero, aparecía en el último cuadro en prisión. Hoy estaría obsesionado en destruir a la pandemia, pensando que es una mujer diabólica y luchando con otro desubicado, Donald Trump.


En resumen

Hasta el 31 de marzo permanecerá "Hervirtual: se mira, pero no se toca", nombre del homenaje a Hernán Vidal (1943), mejor conocido como Hervi, humorista gráfico chileno con más de 60 años en el arte del humor en viñetas. La exposición está en el sitio web de "Dibujos que Hablan".

La exposición de Hervi consta de 82 piezas que marcan los hitos de su carrera.

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