A 13 meses del inicio de la pandemia es oportuno reflexionar sobre la falta de capacidad humana de atención para los casos más complejos de covid-19. Es un hecho que todos los intentos por informar y educar a la población sobre las consecuencias del virus se enfrentan a obstáculos económicos, culturales, psicológicos e, incluso, políticos.

Un ejemplo es el trabajo que se realiza en las unidades de pacientes críticos de todo el país, donde escasean los ventiladores mecánicos y las camas adecuadas. Se hacen esfuerzos para informar lo que en estos espacios sucede, sin embargo los contagios no se detienen.

Surgen así carteles de héroes y homenajes públicos y privados para tratar de retribuir el trabajo que los funcionarios de la salud, como médicos, enfermeros, técnicos, kinesiólogos, etcétera, sin embargo todavía no hay una conciencia real de la ciudadanía. José Luis Sufan, académico de Kinesiología de la Universidad Andrés Bello y profesional de la Clínica Indisa, plantea que "ya aburridos de tratar de dar a conocer una vez más los mismos relatos que anticipamos, los mismos problemas que se venían, las mismas falencias que nos agobian, nuevamente somos noticia pero con el lamento de que en el descanso que nos dio el virus por un momento, no se siguió informando ni tomando decisiones más acertadas. Ya dijimos todo. Hoy es tiempo de entender que ya no hay capacidad humana de atención, y eso es lo grave, se anticiparon ventiladores, camas, tecnología y vacunas, pero nada respecto al recurso humano".

Se agradece el empuje y tesón de las personas que han convertido su nivel de formación, dice Sufan, pero es solo eso, ganas de hacer algo eficiente. Sin embargo, la formación de intensivo no da posibilidad de inventarse de un día para otro. "Quienes tenemos esa formación estamos agotados, quienes tenemos esa formación podemos decaer, podemos fallar, podemos enfermar porque somos humanos, no superhéroes", explica el especialista.

El sistema de salud está inventando unidades y de eso no se habla; más aún no cuida a sus funcionarios, tal como plantea Sufan. Eso es lo que hay que levantar.

La falta de viviendas con las condiciones mínimas y la privación de oportunidades para acceder a una digna son una enfermedad que se extiende a lo largo de las distintas ciudades de Chile. Y algunos de los síntomas de ésta son fenómenos como el allegamiento, el hacinamiento, los arriendos abusivos y el aumento sostenido de campamentos, realidades que afectan a miles de familias de Chile.

El caso de la Región de La Araucanía no queda lejos de la situación en la que estamos a nivel nacional, más bien es un claro ejemplo de lo preocupante que es. Solo en la región, el número de familias viviendo en campamentos aumentó un 315,4%, mientras que la cantidad de campamentos incrementó en un 128,6%.

Desde TECHO llevamos más de dos décadas trabajando con voluntarios junto a pobladoras y pobladores de campamentos, luchando codo a codo en la búsqueda de soluciones habitacionales, sin embargo, el sistema actual y las estrategias para subsanarlo no dan abasto. Basta solo con analizar el siguiente dato: en la última versión del subsidio DS01 se entregaron solo 3 mil soluciones habitacionales versus las más de 200 mil postulaciones válidas, es decir, un 1,5% de quienes postularon obtuvieron una respuesta positiva. A este paso, necesitaríamos al menos 30 años para dar solución a la problemática actual.

Considerando solo la realidad de las familias de campamentos, el catastro 2020-2021 nos reveló que en pleno contexto de estallido social y pandemia hubo un aumento de más de 34 mil familias viviendo en campamentos, lo que significa un alza del 73,52%. Esta alza es reflejo de la vulnerabilidad en la que viven día a día miles de familias en nuestro país, donde una interrupción de la fuente laboral y/o de los ingresos, desestabiliza las economías familiares y la capacidad de pagar arriendo o las cuentas de servicios básicos se hace imposible.

Si como sociedad seguimos utilizando las mismas estrategias para abordar estos fenómenos, las cifras seguirán aumentando de manera sostenida. Esto se refleja en que hasta el día de hoy solo se ha intentado disminuir los síntomas, pero no se ha tratado la enfermedad: la falta de viviendas dignas.

Tenemos que ser capaces de hacernos cargo de la necesidad real que existe de viviendas en Chile; tenemos que generar propuestas que sean capaces de entregar soluciones dignas y a tiempo, debemos lograr que el hacinamiento, allegamiento y el número de familias en campamentos no siga aumentando de manera sostenida y para todo esto tenemos que considerar las realidades particulares de los territorios y las culturas que los componen.

Como Fundación convocamos a los distintos actores de la sociedad a involucrarse y trabajar juntos para llegar al déficit cero. Creemos que existen lo fondos, las ideas y herramientas, y la necesidad de trabajar para construir un Chile en el que todos tengan acceso a una vivienda digna.

José Ignacio Valenzuela

director regional de TECHO-Chile en La Araucanía