"Pedro, escribo sobre la relación de O'Higgins y los mapuche. ¿Es verdad que incluso hablaba vuestra lengua?", me consulta un colega de Santiago. ¿Y de dónde surge este renovado interés por las raíces de Chile?, me pregunté en silencio. El milagro se obró en la elección de la destacada académica Elisa Loncón como presidenta de la Convención Constitucional. ¡Enhorabuena, lamngen!
Conversamos animadamente. Es un tema que desarrollo en la saga "Historia Secreta Mapuche", le digo. Allí una reseña de don Ambrosio, el principal arquitecto de los últimos tratados coloniales; allí la vida de Bernardo, testigo del respeto de nuestros ancestros por su padre; allí los esfuerzos del prócer por sumar nuestras lanzas a la causa patriota... allí ¡sus hijas adoptivas mapuche! las mismas que conoció la viajera inglesa Maria Graham. Todo al colega le sorprende.
Lo cierto es que los antecedentes sobran. Es curioso, la historia oficial siempre ha destacado la formación de O'Higgins en Richmond, Inglaterra, donde su padre -no olvidemos el Gobernador de Chile y más tarde Virrey del Perú- lo envió de joven para educarse. Pero se omite con demasiada frecuencia que siendo un niño cursó estudios en el Real Seminario de Nobles Araucanos de Chillán, el también llamado Colegio de Naturales.
Construido por los jesuitas en 1697, pero regido más tarde por los franciscanos, allí asistían los hijos de la élite española fronteriza y también los hijos de importantes lonkos. Los colegios naturales eran seminarios y los alumnos permanecían allí internados por largos períodos. Con ellos el futuro Padre de la Patria estudió, convivió y cultivó duraderas relaciones de amistad. Pasó con la familia Coñuepán de Cholchol, viejos conocidos de su padre.
Consta que además de aprender nuestra lengua -el mapuzugun era en la Frontera la lengua franca del comercio y la diplomacia- lo propio hizo con la Guerra de Arauco y los héroes de aquel período, "esos guerreros araucanos, émulos de los antiguos espartanos" que con "proezas brillantes inmortalizaron ante el mundo su fama", como escribió el propio O'Higgins.
Esta cercanía la profundizó al administrar la hacienda familiar de Las Canteras en Los Ángeles. Una década vivió allí. Se cuenta que con frecuencia lo visitaban jefaturas mapuche a quienes sentaba en su mesa. Esta faceta desconocida de su vida habría sido determinante para que, siendo ya Director Supremo, enviase a lonkos y caciques del sur una carta donde los invitaba a integrar la naciente república, garantizando su autonomía territorial.
Más tarde, al caer en desgracia y partir al exilio en Perú, célebre es la carta donde el lonko Venancio Coñuepán ofrece a su amigo Bernardo asilo en el "Estado araucano". Fue su sucesor en el gobierno, el general Ramón Freire, quien propició el Tratado de Tapihue en 1825. Allí el acto público y solemne que O'Higgins soñó posible, una visión sobre el Estado que no fue ciega a su diversidad interna y por la cual también abogaron, a su modo, los hermanos Carrera y el propio José de San Martín.
Esta semana Chile comenzó por fin a dialogar un nuevo Pacto Social y esta vez junto a las naciones originarias tal como O'Higgins anheló en 1819. Las circunstancias bélicas boicotearon esa posibilidad, lo sabemos. Pero hoy, dos siglos más tarde, el sueño de los padres fundadores (y las madres fundadoras como doña Javiera Carrera) pareciera cada día más cercano y posible. Volver al origen, he allí la oportunidad histórica que nos ofrece a todos y todas la Convención.
"La historia oficial siempre ha destacado la formación de O'Higgins en Richmond, Inglaterra... Pero se omite con demasiada frecuencia que siendo un niño cursó estudios en el Real Seminario de Nobles Araucanos de Chillán".