Uno de los delitos que más visibilidad presenta por estos días en la capital regional es el robo de vehículos. Ello porque las redes sociales anuncian diariamente la sustracción de automóviles en Temuco, con la intención de que los usuarios ayuden con datos que permitan a sus ofuscados dueños dar con el paraderos de sus bienes.

Se trata de un ilícito que claramente tiende al alza, ante el cual la ciudadanía debe tomar resguardos.

Por ello, tal como lo recomienda Carabineros, que cuenta con un equipo especializado en la búsqueda de vehículos robados y que realiza intensos operativos para disminuir la ocurrencia de este delito y a la vez dar con el paradero de las máquinas sustraídas, en primer lugar se debe evitar aparcar en lugares oscuros o en la periferia, toda vez que el riesgo de ser víctimas de un ilícito de estas características se eleva.

A ello se agrega también el robo de elementos desde el interior de los vehículos estacionados, ante lo cual la recomendación es jamás dejar objetos de valor dentro de los automóviles y a la vista de los transeúntes. Además, un aspecto importante que influye en este fenómeno es la baja penalidad del delito, a lo que -según explica personal especializado de Carabineros- influye el descuido de los propios conductores, que no toman conciencia de lo tentador que resulta para un delincuente encontrar especies de valor y a la vista al interior de los vehículos.

Ahora bien, pese a los esfuerzos de Carabineros y la autoridad los robos seguirán ocurriendo si no media una mayor precaución de los propios automovilistas. Y para ello el comercio ofrece una serie de implementos como cortacorrientes, alarmas o sistemas de reastreo por GPS. Sin embargo, acciones simples como no estacionar en lugares públicos riesgosos, instalar un trabavolantes o simplemente no dejar especies de valor a la vista pueden ayudar a frenar el delito.

Hemos sobrepasado los límites de la naturaleza. Hasta hace unos pocos cientos de años el ser humano se encontraba dentro de los ritmos geológicos naturales. A partir de la era industrial, sin embargo, el impacto del ser humano en el planeta es tal, que los expertos hablan de una nueva era, el Antropoceno. Nunca antes los seres humanos tuvimos tal responsabilidad (equiparable a un meteorito) de ser capaces de cambiar para siempre la vida sobre la faz de la tierra. Y esto, si bien es aceptado en la actualidad por buena parte del mundo académico, es lamentablemente invisibilizado por un sector político negacionista y cómplice del desastre ecológico.

Ya un informe de 1972 (The Limits to Growth) nos alertaba del crecimiento económico desmedido y la explotación contraproducente de los bienes naturales. Desde entonces, las alertas no han dejado de crecer. Es necesario reconocer que tenemos una enorme deuda ecológica ya que el modelo económico produce ganancias a partir de la explotación de bienes naturales públicos como el agua, los bosques nativos, salares y minerales, entre otros. El autocomplaciente progreso de los últimos treinta años ha sido a costa de la destrucción medioambiental. En este proceso de crecimiento económico extinguimos especies, dañamos ecosistemas, contaminamos el aire, el agua y el suelo: desatamos la crisis ambiental.

A este crecimiento desmedido, el pensar ecológico ha propuesto la economía ecológica, como proyecto alternativo a una modernidad sin otro rumbo que el colapso ambiental. La sustentabilidad supone proteger y restaurar la integridad de los ecosistemas de la tierra, con especial atención al cuidado de la biodiversidad. Las generaciones futuras tienen derecho a conocer un planeta tanto o más hermoso que el que hemos heredado. El desafío es titánico.

Ello implica que los precios del mercado de los bienes y servicios incorporen los costos ambientales de su producción y consumo. Lo que implica la discusión de nuevas políticas económicas como la eliminación de subsidios a actividades destructoras del medioambiente, la tala del bosque nativo, la explotación de combustibles fósiles, la construcción de grandes represas, la minería y el monocultivo agrícola. Necesitaremos en las próximas décadas políticas económicas que promuevan la producción responsable, la reconstrucción de ecosistemas, la limpieza del aire, ríos, lagos y mares, avanzando así hacia un desarrollo sostenible.

Es deber de nuestra generación responsabilizarse del desastre medioambiental y promover un crecimiento dentro de los límites de la naturaleza, respetando sus tiempos y la capacidad del ecosistema de absorber la polución y todos los desechos del quehacer humano.

Viviana Díaz Carvallo,

concejala ecologista de Temuco