Por siglos Europa se caracterizó por sus discrepancias, transformadas en ancestrales guerras que culminaron el pasado siglo XX, cuando aquellas tierras se tiñeron de sangre, incendios, bombardeos y muertes, en dos guerras mundiales que dejaron una estela que fue la gran tragedia de esa centuria.
Sin embargo, poco después del término de la Segunda Guerra Mundial, cuando se vivió lo que Virgil Gheorghiu llamó la Hora 25, un grupo de políticos sobrevivientes de la tragedia buscó una solución para el "caso europeo".
Consistió esa solución en encontrar algunas fórmulas para que Europa pronunciara "un nunca más" sobre los escombros de Alemania y otros países; pero, al mismo tiempo, hubo cerebros que señalaron que aquel "nunca más" se podría llevar a la realidad si en cada país europeo rigieran las instituciones de la democracia, única fórmula eficaz para convivir con diferencias, pero en paz.
En el año 1952 el político francés Robert Chuman planteó una integración supranacional, de donde surgió la Comunidad Europea del Carbón y del Acero que tanto destacó el visionario político chileno Radomiro Tomic.
En buena hora la caída del Muro de Berlín acentuó la idea integracionista y Alemania se transformó en una potencia que además ayudo a los países más pobres de la región.
La Unión Europea que todos conocemos ha sido una labor titánica de mentes privilegiadas que siguieron adelante con la idea de Chuman y otros visionarios, para tener hoy una comunidad con más de 500 millones de personas merced a más de 30 países asociados, que representan casi el 30% del comercio mundial.
El año 2002 Europa dio el paso importante que llegó a una moneda única, el Euro, que ha tenido en toda su existencia un valor superior al de la moneda americana del Dólar.
Esta interesante comunidad Europea tiene diversos órganos de consulta: Consejo Europeo que reúne a los jefes de Gobierno; Parlamento Europeo, con sede en Estrasburgo, Francia; el Tribunal de Justicia que funciona en Luxenburgo; el Defensor del Pueblo, el Tribunal de Cuentas, la Comisión Europea y otros.
El ejemplo de Europa quizás debiera abrir los ojos a nuestros gobernantes de Latinoamérica, y tal vez a todos los pueblos de esta parte del mundo.
Ha sido tanto el éxito de esta Comunidad que en los últimos años han sido aceptado países como Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Eslovenia, Chipre y Malta.
Como moraleja de esta columna debo señalar el tremendo contraste que podemos advertir hoy entre la Unión Europea y la desunión que se observa en nuestra América Latina, donde por pequeñeces o recuerdos de 150 años atrás no se permite una unidad similar, sino que, al revés, se advierte ausencia de solidaridad, debiendo reconocer que estamos a una sideral distancia para llegar a una integración, como lo ha conseguido el Viejo Continente.