Pese a que ha habido avances, hoy un alto porcentaje de niños y jóvenes muestra poca motivación por la lectura y es una verdadera odisea que los profesores logren interesarlos en un libro. La falta de lectura limita la mentalidad y el vocabulario de nuestros niños y jóvenes. La respuesta recurrente que se suele dar es que frente al avance de la televisión y de los juegos por Internet, que atraen con su colorido, movimiento y temática, es poco lo que se puede hacer. La ley del mínimo esfuerzo los lleva a escribir en forma abreviada, saltarse las reglas ortográficas y encontrar todo hecho en los buscadores de Internet, limitando su creatividad.

También los estudios revelan una baja comprensión de lo que leen y que predomina la ley del menor esfuerzo cuando en la escuela, el colegio e incluso en la universidad copian y pegan trabajos bajados de Internet. Un informe de junio de 2022 del Banco Mundial estimó que el porcentaje de niños que no comprende un texto sencillo a los 10 años en Latinoamérica aumentó del 51% a un 62,5% después de la pandemia. Esto se tradujo en un incremento de 7,6 millones de estudiantes que están por debajo de la línea de la "pobreza del aprendizaje".

En los últimos años se han dado importantes pasos en algunos colegios, que entregan el carnet de lector de biblioteca a los alumnos en primero básico, porque la biblioteca debe ser un lugar familiar y cotidiano para los estudiantes. La lectura complementaria no es una actividad aislada de los profesores de Lenguaje y Comunicación, sino que forma parte de un proyecto lector dentro del colegio, que debe ser compartido en la escuela y en la casa. La clave antes de comenzar un proyecto es detectar los intereses y motivación de los niños, más que los libros que interesan al docente.

El pasado 8 de abril, la ministra de la Mujer y la Equidad de Género señaló los reparos que el gobierno tiene respecto al proyecto sobre Sala Cuna Universal, argumentando que este "carece de toda perspectiva educativa". Desde Hogar de Cristo, responsables de 35 jardines infantiles y salas cunas desde Arica hasta Puerto Montt, compartimos esta crítica.

El proyecto propone la creación de un Registro Nacional de Cuidadores, en cuya construcción no tiene participación el Ministerio de Educación, lo que evidentemente podría fomentar la desprofesionalización de las educadoras de párvulos. Asimismo, la propuesta no aborda la calidad del servicio, desconociendo la historia de la educación inicial en Chile y los esfuerzos realizados en materia de institucionalidad y calidad para este nivel educativo.

Si bien el proyecto busca la universalidad, pone énfasis en la cobertura de sala cuna (0 a 2 años), ignorando los niveles medios (3 a 4 años) donde existe la mayor demanda insatisfecha por parte de las familias. En la misma línea, deja fuera de la discusión a trabajadoras informales, estudiantes o mujeres que no participan del mercado del trabajo por razones de fuerza mayor, como estar a cargo de cuidados dentro del hogar.

Finalmente, el proyecto se propone como un derecho propio de la madre y no de ambos padres, lo que va en contra de los esfuerzos que buscan incentivar la corresponsabilidad parental.

Por esto, nos parece adecuado el anuncio de la ministra Antonia Orellana respecto a presentar una indicación sustitutiva que pueda hacerse cargo de estas importantes falencias.

Es necesario que en la discusión de estos cambios se incorpore con protagonismo la voz del Mineduc a través de su Subsecretaría de Educación Parvularia, algo clave para asegurar una mirada integral en la propuesta.

Manifestamos toda nuestra disposición, junto con todas las intuiciones que trabajamos por la primera infancia, para sacar adelante una iniciativa relevante para el país, pero que en su actual condición introduce importantes tensiones y riesgos al sistema.

Claudia Fasani Haupt,

Dirección Técnica Nacional de Educación Inicial