Frases
"Esperamos que dentro de los planes de reestructuración (del Gore) se incluya a nuestros militantes y profesionales".
Mauricio Martínez,
"El de Temuco es el único maratón que tiene certificación vigente".
Juan Luis Carter,
"Esperamos que dentro de los planes de reestructuración (del Gore) se incluya a nuestros militantes y profesionales".
Mauricio Martínez,
"El de Temuco es el único maratón que tiene certificación vigente".
Juan Luis Carter,
Más de dos millones de chilenos tienen algún grado de discapacidad. La mitad tiene una disminución importante de su funcionalidad o graves dificultades para realizar autónomamente actividades esenciales de la vida cotidiana. Por ello se promovió la cooperación público-privada, entendiendo que la discapacidad es un tema que afecta a toda la sociedad y que es deber de todos contribuir a superar las barreras que impiden o dificultan la plena integración de esas personas.
El 10 de febrero de 2010 entró en vigencia la Ley N°20.422 que establece normas sobre igualdad de oportunidades e inclusión social de las personas con discapacidad. La normativa modificó la legislación de 1994 y estableció que empresas públicas y privadas con más de cien trabajadores, deben reservar el 1% para empleados en condición de discapacidad.
Asimismo, eliminó la disposición que establecía que se les pagaría un sueldo menor al mínimo.
En lo fundamental, lo que pretendió esa legislación es facilitar la inclusión y la rehabilitación, agilizando los procesos de calificación y certificación de la discapacidad y ampliando el régimen de exenciones arancelarias para la importación de equipos, prótesis, medicamentos y un conjunto de otros elementos necesarios para mejorar la calidad de vida de personas con dispacidad.
Es cierto que la legislación sobre inclusión ha ayudado a las personas con algún grado de discapacidad pero aún falta mucho por avanzar, en especial respecto a la fiscalización de cuotas de contrataciones en empresas y en igualdad de condiciones económicas. Además, una normativa puede transformarse en letra muerta si no hay un compromiso cultural de la ciudadanía para incluir a un importante segmento de la población, respetar sus derechos y darle oportunidades.
La reciente película "Oppenheimer", dirigida por Christopher Nolan, nos invita a una reflexión profunda y perturbadora sobre la ciencia al servicio de la guerra. Este film, alabado por su maestría técnica y narrativa, no sólo es un hito cinematográfico, sino también un espejo de nuestras inquietudes contemporáneas respecto al potencial destructor de los avances científicos.
A través de la figura de J. Robert Oppenheimer, padre de la bomba atómica, Nolan explora la dualidad de la ciencia: su capacidad para tanto salvaguardar como aniquilar a la humanidad. Esta dualidad refleja la ambivalencia moral y ética inherente al progreso científico, donde la búsqueda de conocimiento y avance se enfrenta al temor de sus aplicaciones destructivas.
La película, al sumergirnos en la frenética carrera de los científicos por ganar la guerra, pone en evidencia la presión y la moralidad fluctuante que rodean los grandes proyectos científicos bajo intereses políticos y militares. La secuencia de la explosión atómica en Hiroshima y Nagasaki, en particular, emerge como un momento de terrible iluminación, contrastando el patriotismo celebratorio con las escalofriantes consecuencias de los actos de su creador.
Este relato cinematográfico nos incita a cuestionar: si la ciencia, en manos de la ambición política, llevó al mundo al borde de la autodestrucción en el siglo XX, ¿estamos hoy repitiendo el mismo patrón con desafíos globales como el cambio climático? La inversión masiva y la concentración de mentes brillantes en el Proyecto Manhattan culminaron en un arma de destrucción masiva. Contrastando esto con la lucha contra el cambio climático, surge la pregunta: ¿Estamos canalizando recursos y talentos de manera similar hacia la salvación de nuestro planeta?
A pesar de los avances científicos que prometen mitigar los efectos del cambio climático, la acción global se siente insuficiente y fragmentada. La película nos desafía a reflexionar sobre nuestras prioridades como sociedad y el papel que la ciencia y la tecnología deben jugar en la construcción de un futuro sostenible y pacífico. La historia de Oppenheimer y la bomba atómica se convierte, así, en un poderoso recordatorio de las consecuencias de nuestras elecciones colectivas en la intersección de la ciencia, la tecnología y la ética.
En este contexto, "Oppenheimer" no es sólo una obra cinematográfica de resonancia histórica, sino un llamado a la reflexión sobre cómo, en la actualidad, enfrentamos los desafíos globales que requieren de una acción colectiva y considerada, lejos de los errores y horrores del pasado. La ciencia tiene el potencial de ser la salvadora o la destructora de nuestro mundo, dependiendo de las manos que guíen su poder y los fines a los que se aplique.
Iván Suazo
vicerrector de Investigación y Doctorados
de la Universidad Autónoma