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La mujer dorada de Chile
Chile ha vivido momentos de gloria deportiva y pocos tan emocionantes como el triunfo de Francisca Crovetto en los Juegos Olímpicos. Es la primera mujer chilena en ganar una medalla de oro y la segunda medallista olímpica del país (después de Marlene Ahrens) lo que la lleva a escribir su nombre en la historia del deporte nacional.
Un logro como este es el resultado de un proceso que no llega por casualidad. Es producto de una trayectoria marcada por el esfuerzo y dedicación: arduo trabajo, perseverancia y un espíritu competitivo inquebrantable.
El triunfo de esta heroína olímpica va más allá de la medalla de oro; representa un hito para el deporte femenino en Chile que después de 68 años nuevamente una mujer chilena sube al podio y después de 16 años conseguimos otra medalla olímpica. Esto nos llena de alegría, pero también de preguntas: ¿estamos fomentando adecuadamente el deporte? ¿Estamos impulsando el desarrollo y la cultura deportiva? ¿Y, en particular, el desarrollo deportivo femenino?
Francisca Crovetto ha marcado un antes y un después en la historia del deporte chileno, su actitud de mejora continua, de convicción, de humildad, talento y espíritu de lucha brilla en ella, se refleja en este oro olímpico y sella su nombre en la memoria colectiva.
Esta medalla de oro en Paris 2024 es un logro monumental, que inspira a nuevas generaciones, debe impulsar al deporte femenino, fortalece el orgullo nacional y nos muestra la importancia de respaldar e invertir en el deporte, tanto en las políticas públicas y educacionales como elemento de desarrollo personal y social.
Después de levantar la copa y brindar por esta excepcional hazaña, nos queda mirar lo que viene en el siguiente peldaño y trabajar para ello, tal como nos enseña el deporte.
Dra. Paula Ortiz Marholz, directora académica Instituto del Deporte y Bienestar U. Andrés Bello
Preocupación por nuestra democracia
Como profesor de Derecho Constitucional, dedicado al estudio y enseñanza de temas como el Estado de Derecho, del valor inalienable de la democracia y de los derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana como límite al poder estatal, siento la obligación de manifestar mi profunda preocupación al ver candidatos a cargos públicos que han defendido el régimen de Nicolás Maduro.
Venezuela se encuentra inmersa hace mucho en una crisis humanitaria y política de dimensiones alarmantes, ampliamente documentada por organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional, así como por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos a través de informes que detallan torturas, ejecuciones extrajudiciales y persecuciones a opositores políticos, evidenciando el panorama desolador cuando los valores democráticos se deterioran y la voz del pueblo es silenciada.
La democracia no es meramente un sistema de gobierno; es el pilar que sostiene la dignidad y la libertad de las personas, permitiendo la participación, la alternancia en el poder y el respeto por los derechos fundamentales. La erosión de la democracia abre las puertas a la tiranía, la corrupción y la injusticia. Chile, con su propia historia de luchas y logros democráticos, debe ser un defensor incansable de estos valores y no podemos permanecer indiferentes ante quienes defienden a Maduro, pues ello equivale a avalar un régimen que ha violado sistemáticamente las libertades fundamentales de su pueblo.
La democracia es un valor que debe ser protegido y promovido sin concesiones, por lo que insto a la ciudadanía a reflexionar sobre la importancia de elegir líderes comprometidos con estos principios. No podemos permitir que quienes avalan regímenes autoritarios ocupen cargos de poder en nuestro país.
Jorge Gacitúa Muñoz, profesor de Derecho Constitucional Universidad San Sebastián