En una columna anterior señalé que habían tres formas para enfrentar y entender lo inmutable, la muerte. Hoy valido totalmente el análisis por causa de esta pandemia que vive el mundo hace aproximadamente ocho meses y que expertos en esta materia señalan nunca estará en su solución de aquí a un año y medio aproximadamente.
Entre los que aceptan la muerte como algo natural o metafísico, están algunas creencias religiosas y en nuestro país, unos muy pocos elegidos como el desagradablemente conocido "Pastor Soto" que no representa de manera alguna al mundo cristiano evangélico, y que insta a sus colegas a salir a la calle a predicar y a uncir sus manos sobre la cabeza de los infectados "porque serán salvados" y a explicar que lo que enfrentan los humanos es "un castigo del Señor" porque nos portamos mal y no seguimos sus enseñanzas.
Después tenemos a los que la ignoran, y que están identificados en los miles que recorren calles de nuestras ciudades como acontece lamentablemente en Temuco y Padre Las Casas, indiferentes a ser contagiados y por ese camino infectar a otros y así sucesivamente; a los que viajan a los balnearios en sus vehículos y otros elegidos en helicópteros, estos últimos que por supuesto pertenecen al diez por ciento que son dueños del sesenta y ocho por ciento de la riqueza total de la nación y que dejan al otro noventa por ciento "con el raspado de la olla", como dice filosóficamente un señor Senador en ejercicio.
Finalmente quedan los que luchan contra la muerte, dramáticamente por este indeseable coronavirus: científicos, médicos, ingenieros, enfermeras, hasta el más humilde auxiliar que trabajan heroicamente en hospitales públicos, privados, clínicas, consultorios municipales arriesgando sus vidas y las de sus familias.
Pero la pregunta que todos debemos hacernos es ¿después de la pandemia qué? Cambiará el mundo del libre mercado, cambiaremos los que rendimos a diario ofrendas "al becerro de oro del consumismo", nos dolerá, nos preocuparemos, solucionaremos la pobreza y las necesidades de los sectores más humildes del mundo, de nuestro país, de nuestras regiones, de La Araucanía, la más atrasada de Chile.
No es para alarmar, pero es un riesgo evidente lo que nos puede pasar después de las cuarentenas sanitarias y que deberán reproducirse por largos e interminables meses.
Debemos reflexionar sinceramente entonces, si nos comportamos bien con nuestros semejantes antes de esta pandemia y por ende si afinaremos de otra forma los comportamientos y conductas, después de ella.