Retiro de fondos
Las conclusiones son variadas: el gobierno no tiene ni controla la agenda, las dudas para el futuro de las pensiones son enormes y la clase política no lo entiende. El asunto explicita una evidente incapacidad del gobierno para controlar la agenda, así como ofrecer alternativas que hagan sentido a la población.
En distintos rankings que indagaban respecto de las principales preocupaciones de los chilenos, quedaba claro que las pensiones ocupaban un sitial prioritario. No había dudas de que los ingresos obtenidos por los jubilados eran exiguos y deficientes para tener una vida tranquila. Por eso, y por otras cosas, sorprende tanto lo ocurrido con el debate y votación de la Cámara de Diputados el miércoles.
El asunto es algo más complejo y revelador de las precariedades nacionales, tanto económicas, como de interpretación y anticipación de los problemas que hoy nos agobian y otros que vendrán.
El retiro de hasta un 10% de los fondos administrados por las AFP (con un máximo de 150 UF: $4,3 millones y un mínimo de 35 UF: $1 millón) es una medida extrema y ciertamente comprensible.
Es cierto que ayuda , pero no hay que engañarse: está lejos de ser el ideal, pues nuevamente las personas absorberán directamente ese costo con sus recursos, como antes con el uso del seguro de cesantía.
El asunto explicita una evidente incapacidad del gobierno para controlar la agenda.
La discusión, en tal sentido, no puede estar determinada por la queja contra las AFP, sino cómo la sociedad es capaz de responder ahora a la coyuntura.
Malamente debemos decir que ninguno de los representantes políticos que hoy celebran esta medida como un triunfo se hará responsable cuando mañana tengamos un problema aún más grande en el contexto de una sociedad que envejece progresivamente.
Los chilenos, muchos, requieren ayuda hoy y eso hay que atender. Pero hacerles creer que esta salida es una victoria ciudadana es un engaño de lo cual ninguno, hay que enfatizar, tomará responsabilidad.
Es lamentable decir que buena parte de los problemas de hoy son solo la consecuencia obvia de una generación política ignorante, sesgada en sus convicciones, con pocas capacidades de llegar a acuerdos y dificultades para leer las tendencias mundiales.
Este es otro ejemplo de ello e inevitablemente se convertirá en un símbolo de consecuencias importantes.