El Instituto Nacional de Estadísticas ha dado a conocer recientemente que la desocupación nacional durante el trimestre móvil agosto-octubre de este año fue de 11,6%, incrementándose en 4,5 puntos porcentuales con respecto a iguales meses del año pasado.

De acuerdo con la encuesta laboral que realiza ese organismo, los rubros comercio, hogares como empleadores y alojamiento y servicios de comida son los que han incidido con mayor fuerza en el desempleo, atribuido al impacto que ha provocado la pandemia de covid-19.

Era esperable que los efectos de la emergencia sanitaria por el covid-19 se traducirían en el cierre de empresas, en el desempeño a media marcha de otras, en una notoria baja en las actividades productivas y en el incremento de la cesantía. Ha sido un duro golpe que ha afectado a todas las economías en el mundo y Chile no ha sido la excepción. El menor crecimiento de la economía, influido por el estallido social ocurrido desde octubre del año pasado y luego por la cuarentena debido a la pandemia, ha incidido en un incremento en las tasas de desempleo, debido al cierre de empresas y la menor actividad productiva.

Hace unos meses se inició el plan "Paso a Paso, Chile se recupera", que tiene como ejes centrales la recuperación de puestos de trabajo, el fomento de la inversión, el apoyo a las pequeñas y medianas empresas y una agilización de la acción del Estado. El Gobierno puso en vigencia el programa de subsidios al empleo, para dar un impulso a la reactivación económica y a la recuperación de la fuerza laboral, con la creación de hasta un millón de puestos de trabajo. En el programa se invertirán 2.000 millones de dólares, para establecer subsidios que se otorgarán a las empresas que contraten o reincorporen a trabajadores que debido a las consecuencias económicas que se derivaron de la pandemia tuvieron que ser suspendidos. En la medida que se vaya superando la emergencia actual, se necesitarán esfuerzos enormes, disciplina y trabajo de toda la sociedad para la recuperación de la economía, la reapertura de empresas y la creación de fuentes de trabajo.

Pensando sobre cuánto hay de verdad e imaginación sobre la existencia de un supuesto hiperpresidencialismo en Chile, recordé una historia popular canadiense. Para evitar que continuara el robo de sus gallinas, el granjero Jean Labadie inventó que había adquirido un perro negro salvaje. Si bien el robo se detuvo, los habitantes de la aldea comenzaron a pedirle que controlara al animal pues había atacado a un vecino e incluso perseguido a unos niños. Frente a las quejas incesantes de sus vecinos, Jean Labadie va a su patio, hace unos disparos, y dice que "sacrificó" al perro, poniendo fin a los reclamos de sus vecinos.

En Chile, tenemos una noción parecida a la del perro de Jean Labadie: el hiperpresidencialismo. Este mito-realidad se sustenta en la noción de que, dado que la Constitución entrega importantes facultades legislativas al Ejecutivo, el presidente concentraría enorme poder y, por tanto, dominaría el sistema político. Sin embargo, Chile se ha caracterizado por un poder presidencial cuyo ejercicio ha sido limitado de manera importante por el Congreso, los tribunales de justicia, y los partidos políticos. Si el hiperpresidencialismo fuera real, Ricardo Lagos habría reemplazado completamente la Constitución de 1980 en lugar de solo reformarla en 2005; Michelle Bachelet II hubiese podido aprobar sus reformas--laboral, educacional, tributaria y constitucional--sin mayores sobresaltos; y Sebastián Piñera II no estaría constantemente preocupado de si logrará llegar al final de su periodo o no.

La idea del hiperpresidencialismo en Chile se asemeja al perro de Jean Labadie: tiene sustento en un imaginario más que en la realidad. Así como al perro de Jean Labadie se le acusó de causar muchos problemas, al hiperpresidencialismo se le culpa livianamente de varias de las dificultades que sufre el país: que genera trabas y bloqueos, que el Congreso no tiene peso (el Presidente Piñera no estaría de acuerdo con esto), e incluso se sugiere que reemplazarlo por un parlamentarismo o semipresidencialismo solucionaría la crisis.

Mientras las complicaciones asociadas al perro de Jean Labadie eran ficticias, los problemas asignados al supuesto hiperpresidencialismo chileno son reales y profundos. Solucionar la crisis social que vive el país, mejorar las pensiones, las desigualdades, etc., no pasa por reemplazar el falso hiperpresidencialismo. ¿No vaya a ser que, al igual que Jean Labadie, terminemos sepultando algo que nunca existió, y, al hacerlo, pretendamos que la crisis va a desaparecer? Peor aun, enfocarnos tanto en terminar con el supuesto hiperpresidencialismo nos puede distraer de corregir concentraciones de poder reales, tales como la político-administrativa (Santiago vs. las regiones) o, la más importante de las concentraciones, la económica (riqueza e ingreso).

Christopher A. Martínez

PhD Ciencia Política