"La literatura y los libros nos hacen humanos"
Con su ensayo "El infinito en un junco", la filóloga y escritora Irene Vallejo se convirtió en un fenómeno editorial con su apasionado recorrido por la historia de un artefacto humano: el libro.
La ruta que propone Irene Vallejo salta en el tiempo para celebrar a los guardianes de los libros en casi 30 siglos de vida. Desde Barcelona vía zoom, la autora de "El infinito en un junco" reconoce que el libro, como objeto cultural, ha sido una tabla de salvación para muchos en estos tiempos de encierro: "Se suele desdeñar a la cultura como una especie de bien superfluo, que nos podemos permitir en tiempos de prosperidad, pero cuando llegan los tiempos duros es lo primero que recortamos. Las experiencias estéticas nos salvan, la literatura y los libros nos hacen humanos", apunta.
-Tu ensayo nos llegó como libro y también como audiolibro.
-Me alegra, porque una de las finalidades que tuve fue hacer un homenaje a la oralidad. Me parece bonito que algunos lectores puedan acceder al libro de esa forma. El lenguaje que uso en el libro es profundamente oral, estuve en contacto con una asociación de narradoras orales, las seguí en algunos de sus espectáculos para aprender cuáles son las técnicas de la comunicación oral.
-¿Reivindicas lo oral?
-Me parece importante que el homenajear a los libros no sea un obstáculo para reconocer todo el bagaje de narraciones a través de la voz. Incluso lo maravillosamente elocuente que son personas analfabetas, que no han aprendido ni a leer ni a escribir y que, sin embargo, te dejan boquiabierto y deslumbrado cuando cuentan una historia.
Como platón
-¿Cómo era tu vida estudiando Filología Clásica en Zaragoza?
-Éramos muy poquitos, eran casi como clases particulares, una educación muy directa y próxima. En un día promedio éramos unos cinco o seis, me imaginaba que así eran las charlas de Platón con sus discípulos. Fue en una época donde se hablaba mucho de la masificación de las aulas y mi experiencia era todo lo contrario. Lo disfruté y viví con mucha intensidad, dedicábamos bastante tiempo a traducir del griego y del latín textos clásicos.
-¿Traducir siempre ha sido parte de tu vida?
-Sí, la traducción ha transformado nuestro mundo, la existencia de la literatura universal es obra de los traductores. Podemos nutrirnos de las ideas de otros gracias a ellos, de no ser por ella viviríamos mucho más reducidos y constreñidos dentro de las fronteras de nuestro pensamiento y las de la sociedad. Leer a otras culturas es oxígeno puro.
-Es una operación delicada.
-Y curiosa. Por una parte lees un texto en otro idioma y lo entiendes. Luego, lo vas despojando de las capas de las palabras y lo dejas, en algún momento, convertido en sentido puro porque lo tienes que trasvasar a otras palabras.
-¿Y preferías el griego o el latín?
-Es curioso, porque en un principio me especialicé más en latín que en griego, pero realmente he sentido siempre un gran amor por el griego, es tan elaborado y sofisticado. Era muy feliz traduciendo la Historia de Tucídides, aunque era muy difícil gramaticalmente, pero realmente creo que me producía el mismo placer que le da a un matemático despejar una ecuación.
Doctorada en Florencia, recuerda bien ese año en la ciudad y su encuentro con los manuscritos de la familia Médici: "Las colecciones a las que tuve acceso son asombrosas, un auténtico portento. La primera vez que sostuve esos códices sentí que había pasado algo que era un logro, porque esos libros no estaban hechos para gente como yo: Ni por ser mujer ni por mi clase social. Esos eran objetos pensados y creados para privilegiados", afirma.
-¿Desde esa época investigabas y tomabas apuntes para el libro que publicaste ahora?
-El libro tiene varias fases. La investigación empezó en la universidad, en mis años de trabajo académico. Después de doctorarme me dediqué más al periodismo ("Alguien habló de nosotros") y la literatura infantil y juvenil ("El inventor de viajes", "La leyenda de las mareas mansas"). También a la narrativa: publiqué dos novelas ("El silbido del arquero", "La luz sepultada"). En un momento dado pensé que sería hermoso recuperar lo que había investigado bajo un enfoque académico, con el lenguaje de las revistas especializadas, recrearlo a través de las herramientas que había aprendido en prensa sobre divulgación.
-Te liberaste del academicismo.
-Creo que la investigación académica tiene que existir, es muy importante porque recopila los datos y construye los edificios conceptuales, pero tiene que coexistir con este otro tipo de libro que vuelca todos esos conocimientos hacia un público más amplio, más curioso y ávido de saber, que no es especialista en los clásicos ni en la filología, pero desea ampliar sus horizontes.
-Se ve que la investigación permea tu vida, hace parte de tu cotidiano.
-Soy una entusiasta y creo que eso hace que no haya fronteras entre lo que estudio, lo que leo, lo que experimento. Escribí en una forma plenamente literaria, juguetona, placentera, divertida y experimental. Yo adopté la voz del cuenta cuentos, eso también es un homenaje a mi madre contándome cuentos, ese fue el principio de todo.
Vallejo escribe en el Diario El País columnas de actualidad con citas al mundo antiguo.
"El infinito en un junco"
Irene Vallejo
Editorial Siruela
452 páginas
$17.740
Por Amelia Carvallo A.
"Yo adopté la voz del cuenta cuentos, eso también es un homenaje a mi madre contándome cuentos, ese fue el principio de todo".
"Soy una entusiasta y creo que eso hace que no haya fronteras entre lo que estudio, lo que leo, lo que experimento".
Santiago Basallo