Desde que se inició la pandemia, la población, en general, ha presentado evidentes cuadros de agotamiento y estrés laboral. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud no es simplemente la ausencia de enfermedades o dolencias, sino un estado positivo de completo bienestar físico, mental y social.

Si bien para algunos trabajar bajo presión puede ser una motivación, si esa presión se convierte en estrés, ya no estamos frente a algo saludable, sino a un malestar permanente que complica la salud de las personas y afecta todo tipo de relaciones humanas.

Claramente, el año 2020, las personas y las empresas debieron acelerar el modelo de trabajo a distancia o teletrabajo, experiencia a la cual no estábamos acostumbrados.

De acuerdo al estudio elaborado por la consultora Randstad y aplicado a 800 personas, el 51% aseguró que su salud mental se ha visto afectada desde que se encuentra realizando su trabajo desde el hogar. Sin embargo, al desglosar las cifras por rango etario, esta percepción llega a un 77% en personasm entre los 25 a 44 años.

Según la especialista Paola Veloso, sales manager Chile en Visma Latinoamérica, "estamos todavía en una etapa complicada para muchos trabajadores, donde al agotamiento de un año complicado, se le suma que no todos han podido salir de vacaciones, ya sea porque están en cuarentena o porque simplemente no han podido bajar la guardia en sus puestos de trabajo. Y como ingrediente adicional, el hecho de que estamos próximos a la llegada de marzo, donde se suma el inicio de clases para miles de estudiantes, en condiciones aún inciertas".

Podemos hablar de un trabajo saludable si las presiones sobre los colaboradores son adecuadas en relación con sus habilidades y recursos, con la cantidad de control que tienen sobre su trabajo y con el apoyo que reciben del resto de las personas de la organización, ya sea sus colegas o jefaturas, sólo así será posible sortear de manera exitosa una época bastante peculiar y donde lo 'normal', ahora parece no tener un sentido muy claro.

En una sociedad desgastada por la violencia, surgen espacios para la insensatez y la intolerancia.

Es momento de unirnos para diseñar acciones antes de reaccionar de mala manera, para evitar que se termine dañando y ahondando aún más nuestra convivencia.

Parece importante hoy ser juiciosos, prudentes y cautelosos para saber cuándo enfrentar o cuándo amoldarse y tolerar, cuándo permitir y cuándo exigir. Después de años de fuego, piedras, balas y sangre, nuestra Araucanía y Arauco necesitan nuestra movilización y voz.

Es una responsabilidad para actores públicos, políticos, líderes de la sociedad civil, trabajadores y para cada una de las personas que quiere vivir en este país.

Los grandes desafíos requieren de grandes acciones, cómo ha dado prueba el mundo ante la crisis que nos ha retado la pandemia, y las acciones surgen de tener la fuerza de voluntad y el coraje de querer que ocurran cambios.

Recuperar el estado anímico, en estos abatidos territorios del sur del país, depende de la fuerza y el valor de condenar la destrucción y empezar a reconstruir las confianzas rotas resultado de malas políticas que han herido a los habitantes sacudidos por la violencia.

Se requiere hoy de un acuerdo social amplio que diferencie los requerimientos sociales de la delincuencia. Las necesidades de la sociedad se construyen de manera conjunta y hace que las civilizaciones avancen y progresen. Mientras que la delincuencia y el narcotráfico sólo destruye el alma y la voluntad de la sociedad que clama por el legítimo derecho de vivir en paz.

Las consecuencias futuras para nuestro país pueden ser completamente diferentes si solo abrimos la conversación en "deuda social" y aceptamos que es prioritario eliminar la violencia que surge de la delincuencia.

Estamos en un momento crítico donde la normalización del dolor se ha vuelto transparente. Necesitamos políticos con coraje, ciudadanía dispuesta a realizar esfuerzos sociales extraordinarios, autoridades competentes y estructuras civiles validadas para ejercer el control policial y legislar los delitos.

Hoy es el momento de hacer el quiebre de esta espiral de brutalidad para hacer honor a la vida y a un buen vivir que abre el espacio a tejer juntos el futuro.

¡No queda más tiempo! Cada uno de nuestros hilos son fundamentales para este tejido conjunto. Todos queremos vida, todos queremos vivir. El sustantivo y el verbo para salvar a Chile, condenando la violencia y aportando a espacios de encuentro.

Por Claudia Lillo Echeverría

presidenta Cámara Chilena de la Construcción de Temuco.

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