¿Se habla de salud mental en los liceos de Chile?
Soy estudiante de cuarto medio. Falta poco menos de dos meses para finalizar esta etapa y comenzar otra.
Durante estos últimos meses es sabido que el estrés con el que cargamos es inmenso. Personalmente desde mi experiencia han sido meses difíciles de sobrellevar. Mis emociones y pensamientos han sido una montaña rusa sin rumbo con los que he tenido que lidiar sola.
Junto con esto, la salud mental es algo que ponemos en juego por la presión de la responsabilidad y de la incertidumbre que trae una pregunta hecha por muchos estudiantes: ¿qué pasará o qué haré con mi futuro?
Siempre nos enseñaron la importancia de sumar, aprendernos las tablas de multiplicar, cómo usar las comas y los puntos, la responsabilidad y puntualidad. Incluso desde que somos pequeños nos preguntan qué queremos ser cuando grandes y nosotros respondíamos desde la inocencia y felicidad, profesiones que hoy ponemos en una balanza de lo que queremos o lo que nos dicen qué deberíamos ser.
El sistema de educación no siempre se ha preocupado de formar seres humanos y nunca ha implementado un plan de salud mental. Más bien pareciera que quieren formar "máquinas de trabajo"; no quieren formar seres independientes, con voz y voto; quieren formar seres cegados y obligados a la aceptación de los parámetros sociales olvidándose de su estabilidad emocional y autoestima. La educación, los colegios y los liceos dejaron de ser una fuente de motivación y felicidad para los estudiantes. Gran parte de la comunidad educativa no disfruta estos lugares porque su imaginación dentro de cuatro paredes es limitada, encasillando sus pensamientos, emociones e ideas.
Volviendo al tema de la salud mental de los estudiantes, yo creo que como muchos otros temas importantes, pasó a segundo plano, dejando de lado lo que realmente quieren hacer muchos de mis compañeros, incluyéndome, sus reales motivaciones y formas de expresión.
Los colegios y liceos deberían ser un lugar en los que tanto profesores como alumnos se sientan a gusto, donde la comunidad sea sana. La falta de implementación de planes de salud mental dentro de los colegios se ve reflejado en la capacidad de aprendizaje de los y las estudiantes y en ocasiones hay profesores que no saben cómo llevar esto.
Podríamos ayudarnos los unos a los otros y aprender a cómo sobrellevar estas situaciones que cada día están más presentes. Sobre todo después de haber estado un año encerrados y el retomar las clases presenciales ha puesto en evidencia lo dañada que salió nuestra salud mental.
Tal vez ahora sea el momento indicado para poder hablar de salud mental y empezar a cuidarla de la manera adecuada para que en un futuro los estudiantes no estén caminando sobre un hilo para decidir sobre su futuro y puedan desarrollarse emocional y profesionalmente. No hay que esperar a que nuestra sociedad deje de funcionar y nuestra comunidad educativa colapse para poder hablar de la importancia de salud mental.
Magdalena Gallardo Jara, estudiante cuarto medio Liceo Arturo Valenzuela, Cunco
Catarsis
Luego de esta suerte de catarsis o locura justificada e impulsada por los psico-manipuladores de siempre o guías de la nación a diferente escala y origen, en donde con la máxima y aparente normalidad y desparpajo se intercambian e imponen ideas, pseudo-ideas y lo que se pueda imaginar que hasta los mismos Simpson envidiarían y palidecerían; he llegado a pensar que el virus de la pandemia está generando en los asintomáticos una suerte de efectos colaterales no definidos pero sí manifiestos de alteración mental nunca vistos. ¿Hay investigación o posible mejoría al respecto o será un concurso de algo a nivel planetario?, dejo planteada la pregunta.
José Manuel Caerols Silva
La violencia se critica siempre
Los hechos ocurridos en Iquique en contra de familias migrantes son repudiables y condenables en su totalidad. Sin embargo, me sorprende ver que grupos políticos critiquen con vehemencia estos actos, pero ante otros no han hecho más que guardar silencio.
No dijeron nada en contra de las familias y trabajadores afectados por los daños ocurridos desde las manifestaciones del 18 de octubre, tampoco lo hicieron con los trabajadores que han sido víctimas de ataques incendiarios en La Araucanía y mucho menos con las familias que han perdido a un ser querido por estos ataques.
La violencia se debe reprochar siempre, pero para estos sectores, parece que solo cuando les conviene.
Martina Claro